Idéntidad y exilio: poetas chilenos en Canadá

26 picaros. a Fernández se le había acelerado el pulso y la respiración. do hay como la picar­ día del chileno. Viste guevón, se ha cumplido, abriendo el libro ¿Lo crees tú, pájaro maricón ...ah?...¿Qué dices? A Fernández le ardía la cara. Tuvo suerte esta mina porque una pega a sí no se encuentra todos ios días, y menos a es ta hora. ¿Lo crees tú, pájaro hijo de puta...?- Le transpiraban las manos, yo no tengo alma de vendedor, no me gusta andar poniendo caritas de guevón amable. ¿No crees tú que volarte así de la pieza, sin despedirte siquiera, fue una ma- riconada muy grande, pájaro cabrón?...¿Ah?... ¿Qué dices?... A lo mejor ni le dan el puesto y después vengo yo. ¿Qué dices?... Que súbita mente se sintió tranquilo, recobrado, seguro de sí mismo. Este tipo es excelente, pensó. Somos una raza de artistas. Es increíble que no lo haya leído antes. Señor, gritó con fir­ meza. Después de unos segundos, oyó arrastrar se la silla de la oficina. El hombre apareció en el recuadro, estirando el cogote hacia ade­ lante. -Quiero comprar este libro, dijo Fernán dez. -Me podría esperar un poco, dijo el hom­ bre con voz cansada. -Como no, dijo Fernández mirando hacia el interior de la oficina. La muchacha estaba sentadita con las piernas cru­ zadas, el bolso sobre la falda, muy señorita con sus ojos de avellana, mirándolo también, sonriendo picaramente ...¿tontamente? (36). La situación expresa bien en su ambigüedad ese sello que im­ prime lo nacional en Fernández, ahora polarizado por la si - tuación del exilio. Esta obra y la anterior, apuntan a una realidad dual y compleja, con un lenguaje elaborado y una multiplicidad de niveles. Pero es en una novela aún inédita nEl Homo Eróticus" que Urbina logra el equilibrio necesario para integrar los dos mundos, dando cuenta de ambos. El na mad o r único de esta ''novela" es un latinoamericano confina do en un hospital canadiense, que rehace en un largo monólo

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=