Idéntidad y exilio: poetas chilenos en Canadá
25 Puedo ayudarle en algo, dijo el hombre a sus es paldas. Fernández levantó la cabeza y lo miró de costado. Tendría unos cuarenta y cinco años, un rostro de cera, mejillas tísicas y pelo lacio. Le recordaba a la estatua de Florencio Sánchez frente al teatro San Martín, con el cigarrillo colgando del labio inferior. No gracias, res pondió. Estoy dando un vistazo. Ah, si, muy bien, señor..................................... resultaría ridículo decirle ahora, cuando pien- un cliente, señor, vengo por el avi~ y por qué no, si a eso vine. Cerró No sería raro que piense soy tímido, en menos el oficio de vendedor. Por mi primer impulso fue negar que ven- sa que soy so. Bueno el libro, o que rniro supuesto go por el aviso y ponerme al otro lado: yo soy el que compra pus cabrito, más respeto. Mejor voy a tomar un café, y comenzó a colocar el li_ bro en el estante. Y en ese preciso minuto, con un repiqueteo de z leeos, una cara de inte rrogación primero, y de triunfo después, hizo su entrada en la librería, como un torbellino de piel susve y perfumada, de larga cabellera negra partida al medio, de ojos de avellana y dientes perfectos, doña Flora Tristán. Se a- cercó decididamente a Fernández que la miraba abismado y le dijo: Buen día, me llamo Flora Tristán y vengo por el aviso. -Yo no tengo na da que ver, soy cliente, balbuceó él con la vis ta clavada en el escote, en el tajo que dividía a duras penas sus senos firmes y magníficos. E- 11a se quedó un poco confundida y miró hacia el interior, achinando los ojos sin ver, y dijo : ¿Sabes quién es el trompa? -Supongo que ese se ñor que está allí, dijo Fernández apuntando ha cia la silueta confusa del hombre, volviendo a sacar el libro del estante. Ella siguió la di rección y el ronroneo del gato, y cuando se a- proximaba fue reapareciendo el cuerpo del tísi co y ella dijo sonriendo: Buen día señor, vengo por el aviso. -Sí, muy bien, dijo el hombre. Pa se a mi oficina. Así de simple. Claro, ella también es argentina y no tiene ningún problema porque conoce el medio de trabajo, cuando hay que sonreír y qué vocecita hay que poner. Ade más esta gente es patuda, entradora. Nosotros somos más tímidos, aunque en el fondo somos más
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