Prensa popular (1973-1983)

51 llar estos sectores, dado el fuerte componente "hacia adentra" de los procesos de identificación surgidos en estos años» En este casa, el en­ cuentro y confrontación con otros sectores -implícito en el ejercicio de mocrático- podría estar seriamente obstaculizado si priman concepciones donde "el otro" es visto como amenaza a la propia identidad y cohesion interna, en cuyo caso tenderían a fortalecerse posiciones de ruptura y marginación del sistema. La segunda consecuencia se refiere a I d s problemas que plantean identida des así construidas para la reconversión laica de la política. Si por esto último concebimos a la democracia como un acuerdo básico para asegu rar la participación de todos en la definición de un orden -y por lo tan_ to una verdad a construir permanentemente- resalta la incompatibilidad con concepciones de tipo esencialistas (enfatizando los contenidos sus - tantivDs) y donde los sujetos están constituidos en niveles anteriores a su práctica concreta. Lo que parece indudable es que la posicián que tome el actor Iglesia se­ rá clave para la resolución de estas disyuntivas» Lo notable en todo ca' so , es que la penetración de su discurso sea tan extensa como lo ha si do durante el autoritarismo. Sea cual sea la pervivencia y la fuerza de su discurso a futuro, la legitimidad social adquirida por la Iglesia en estos años la transformará en una de las principales voces autorizadas para influir tanto en la sociedad civil como en las definiciones politi_ cas que se vaya dando la sociedad. Una nueva separación entre Iglesia y política será probablemente realizada, aun cuando ello no ocurra sino tras años de ejercicio democrático. Los regímenes de fuerza provocan tal vez la necesidad de discursos de vg £ dad y la salida democrática llevará consigo probablemente una carga eti­ ca de la cual tendrá que hacerse carga el discurso de la política. Cómo asumirlo y permanecer con un perfil laico, es tal vez uno de los desafíos más importantes de la futura democracia política.