Ciudadanías para la democracia

76 calificada como un llamado a la acción ilegal, o a la violencia, etc. Todo esto, por cierto, son sandeces. La afirmación anterior no es un llamado a nada, es solo una conclusión bastante obvia del argumento anterior. Esto no la hace inmediatamente correcta, pero uno esperaría que la hace digna de ser discutida antes de ser descalificada. Ella podría ser discutida en principio de dos modos: negando el diagnóstico en que descansa sobre el problema constitucional, o negando el vínculo que hace entre la neutralización como caracterización del problema constitucional y la imposibilidad de solución de ese problema a través de mecanismos neutralizados. En las condiciones de una cultura política neutralizada, esta discusión ha resultado ser imposible 21 . § 11. Por qué la reforma normal de la constitución no puede solucionar el problema constitucional . Aunque esta discusión ha probado ser imposible, aquí formularemos el argumento. Hemos visto que el argumento tiene dos pasos: uno sobre en qué consiste el problema constitucional y otro que vincula el problema constitucional así entendido como los mecanismos de reforma constitucional, para explicar por qué a través de estos el problema no puede ser solucionado. Lo primero ya está explicado más arriba (§ 3- § 5) . Nos corresponde ahora lo segundo. Un proceso normal de reforma constitucional tiene dos características. Es importante notar que las características que lo definen son dos, no una, porque es solo una 21 Solo dos ejemplos, para justificar lo dicho en el texto principal. En Arriagada, Burgos y Walker, Sobre Derechos, Deberes y Poder: Una Nueva Constitución para Chile , los autores no se detienen en intentar entender el problema constitucional, y de hecho en la sección en la que ellos explican por qué es necesaria una nueva constitución su preocupación no es entender el problema constitucional y buscar en su comprensión del problema las características generales de una solución que esté a la altura. Lo que los ocupa es distinguir su aceptación de la idea de nueva constitución de los que, según ellos, están de su mismo lado (es decir, de los demás que creen en la necesidad de una nueva constitución), a quienes llaman “los partidarios acérrimos de una asamblea constituyente” (p. 43). La única razón que dan para justificar la nueva constitución es que “los datos son categóricos: de acuerdo a las más variadas encuestas entre el 65% y el 75% de los chilenos respalda esta posición” (p. 45). Aquí puede observarse la alergia la ideas ya aludida: los argumentos son reemplazados por números. Patricio Zapata, por su parte (en su “La Constitución del Bicentenario. Once tesis y una propuesta concreta “), tampoco intenta entender el problema y de ahí las características centrales de su solución, y en vez prefiere hacer dos caricaturas (que él llama “pipiolos” y “pelucones”, que, por cierto, no son pipiolos ni pelucones) y luego se distancia de ambos.

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