Ciudadanías para la democracia
31 pese esta exigencia. Sin embargo, los promotores del ideal democrático están de acuerdo también en que estos mecanismos de representación de la ciudadanía no deben consistir en la simple delegación de la soberanía, por razones operativas, sino que deben contemplar y ejercer de manera permanente la participación de los representados en las deliberaciones y decisiones. Muchos teóricos, incluso, consideran que es esta condición participativa la verdadera sustancia del régimen democrático, y que los mecanismos de representación deben estar subordinados a ella. Existe, por esto, un consenso muy amplio en torno a que un sistema formal y meramente procedimental, que se limite a asegurar mecanismos eleccionarios, debería considerarse incompleto y defectuoso. De este modo, el ejercicio real y efectivo de la soberanía popular es considerado hoy en día solo el modo de un sistema democrático, no su fundamento ni su contenido. Arraigando su reflexión en el idealismo ético kantiano, la mayoría de los teóricos de la democracia consideran que el fundamento de la democracia es el supremo respeto por la dignidad humana, aunque muchos van más allá: el contenido y propósito de un sistema democrático sería promover y realizar esa dignidad. Es por eso que hoy en día se considera como requisito mínimo para que un sistema político sea llamado democrático, el respeto de los derechos humanos. Otros han agregado a este mínimo el respeto y la promoción de los derechos económicos y sociales. Se han agregado aún, desde muy diversos sectores ideológicos, el respeto y la promoción de los derechos de género, y étnicos y culturales. Hay quienes sostienen, incluso, que un sistema político no debería ser considerado como realmente democrático si no promueve la viabilidad de la comunidad humana misma, es decir, si no promueve una convivencia sustentable y en armonía con el medioambiente. Muchas condiciones, muchos ideales, todos deseables. Es respecto de estos estándares, que los “defensores de la democracia” no se cansan de repetir de una manera curiosamente unánime, que deberíamos preguntarnos ¿cuán democrático es el sistema político que se nos presenta como tal? Considerando la calidad y la altura de tales ideales, se trata de una pregunta trivial. Sin embargo, una pregunta sospechosamente omitida por tales “defensores”. Incluso,
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