Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano
44 mismo sentido, la política monetaria tampoco puede ser construida para combatir la inflación, llevando la actividad productiva a niveles cada vez más contenidos. A su vez, la política cambiaria, en esta primera estrategia alternativa al neoliberalismo, tiene que ser utilizada para promover las exportaciones estratégicas, al mismo tiempo que subsidiar importaciones efectivamente necesarias. Además, el control del flujo de capitales, cualitativo y cuantitativo, es crucial para disminuir el comportamiento especulativo en las cuentas de capital. Lo importante, en esta alternativa antineoliberal, es que el cambio de la política económica es realizado en función de la ruptura con las reformas neoliberales. Si no fuera así – como en el neodesarrollismo – no se trataría de una alternativa real. Esta característica permite – aunque tampoco sea necesario - la reducción de la superexplotación del trabajo una vez que las transferencias de valor, acaecidas por el neoliberalismo, disminuyen su impacto. Volviendo al tema de los llamados gobiernos progresistas en América Latina al principio del siglo XXI, esta estrategia puede ayudar a entender, con todas sus especificidades, las experiencias de Ecuador, Bolivia y Venezuela, aunque la primera con muchos más cuestionamientos. Además, de esta primera alternativa real al neoliberalismo se podría cuestionar, no solo el grado de la explotación de la fuerza de trabajo, sino también la propia lógica social que presupone que determinada parte de la población viva de la apropiación de un valor producido por otra clase social, o sea, cuestionar la propia sociabilidad capitalista. Más allá de proponer otra política económica, otra estrategia de desarrollo, la alternativa socialista cuestiona adicionalmente la estructura social que se basa en relaciones que son intermediadas por la instancia mercantil, no siendo, por tanto, directamente sociales. Si la alternativa anterior ya enfrentaría una reacción de clase extremadamente fuerte, esta alternativa socialista lo haría aún más, intensificando la necesidad de acumulación de fuerza y conciencia popular para impulsar esta estrategia. La alternativa socialista presupone el cambio de política económica y el antineoliberalismo. Lo primero, en el sentido de utilizar la política económica para promover la actividad productiva y no al revés, como lo hace el pensamiento ortodoxo. Lo segundo, porque si el capitalismo contemporáneo se asienta en el neoliberalismo, para definir una estrategia anticapitalista, en estos tiempos, es necesario ser antineoliberal. Entretanto, esto no puede, de ninguna manera, ser concebido con cualquier tipo de postura política etapista, según la cual primero se cambia la política económica, después se rompe con el neoliberalismo, para, en algún momento futuro, construir la revolución socialista. Este argumento – relativamente común en la izquierda – está lleno de premisas, como los famosos “necesidad de acumulo de fuerzas”, “ahora, la correlación de fuerzas no permite” y “el imperialismo es el enemigo actual”, etc. Esta visión etapista, muy característica de algunos partidos comunistas oficiales en la historia de América Latina, terminó por defender una alianza táctica con la llamada
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