Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano
222 un todo, gracias al poder de influencia de las ideas y del modus operandi impulsados por las empresas y por el mercado. Es impresionante como, en el sistema del capital, los actores individuales y los socios se tornan “dispuestos a aprovechar y utilizar efectivamente las oportunidades de intercambio que les son ofrecidas, esforzándose constantemente en promover la mejoría competitiva de sus posiciones relativas en tales relaciones de intercambio (el utilitarismo posesivo)” (OFFE; RONGE, 1984, p. 136). Sin embargo, llama todavía más la atención el “reverso” de ese hecho, a saber: Los socios deben estar dispuestos a aceptar, como destino individual inevitable, los resultados materiales obtenidos a partir de los procesos de intercambio mediatizados por el mercado – en especial cuando fueron afectados negativamente. Las pérdidas individuales que resultan del proceso de intercambio no pueden, en otras palabras, ser socialmente procesadas o atribuidas a instancias sociales, pero necesitan ser aceptados como resultados fatales debidos, ya sea a datos de la naturaleza, sea a la incompetencia individual (individualismo) (OFFE; RONGE, idem, ibidem). Teniendo como referencia esas cinco fuentes de poder estructural del capital, asentadas en insaciable proceso de acumulación, se presentan, a constinuación, indicadores de la determinación de ese poder en el desmonte radical, acelerado y antidemocrático de las políticas sociales brasileras. . Acumulación insaciable: flashes de los efectos del comando del capital global sobre los rumbos contemporáneos de la política social brasilera Como ya se ha señalado, en el capitalismo las acciones de política social están siempre asociadas a las estrategias de acumulación del capital, especialmente porque los fondos que esas acciones necesitan, generalmente provienen de los procesos económicos y de las políticas económicas y fiscales. Sin embargo, en la actual fase de desarrollo capitalista en que las estrategias de acumulación del capital ya transformaron todo en mercancía, la propia política social se tornó una fuente directa e indirecta de rentabilidad económica privada. Por lo tanto, la historia de la relación entre política social y política económica no tiene solamente carácter de externalidad, sino también contempla mutua y orgánica implicación. Como recuerda Vilas (2013, p. 17), “lo social es un elemento constitutivo de lo económico y las relaciones que se establecen en el terreno económico configura de modo significativo el mapa social – las interacciones de los actores, sus desiguales dotaciones de recursos, sus relaciones de poder”. Por eso, desde el final del siglo XIX, cuando la política social moderna se expresó, con mayor nitidez, como producto del conflicto estructural entre capital y trabajo y como conquista relativa del movimiento obrero ante los abusos del trabajo asalariado, ella se mantuvo bajo el fuego
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