Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano

219 tipificaron, debido al grado de poder e influencia, a favor del capital (GOUGH, idem; ibidem) (traducción nuestra). En efecto, según Marx, el uso sistemático del poder, en la historia de la humanidad, está intrínsecamente relacionado a la existencia de clases sociales antagónicas, esto es, a situaciones y procesos determinados, en última instancia, por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. El fraccionamiento de la sociedad en clases, según él, fue obtenido y mantenido por el poder y el robo, la astucia y el engaño. Luego, su extinción, sería la meta por excelencia de la constitución de una sociedad sin clases, donde no habría lugar para el poder de unos sobre otros; vale decir, no habría lugar para un poder cuya existencia viniese de la explotación por parte de una clase que detentase los medios de producción sobre otra clase que sólo poseyese la fuerza de trabajo productora de la riqueza, que sería concentrada en las manos de los explotadores. Sin embargo, de explotadores que no se caracterizasen como capitalistas individuales o grupos sociales dedicados a la comercialización de los productos del trabajo, pero sí como la clase que pasó a concentrar la propiedad que antes era distribuida entre la población y, por lo tanto, ganó centralidad y ocupó una posición estructural en las economías de mercado. Sin embargo, esa posición estructural no proviene de la capacidad de agencia de los capitalistas individuales concentradores de la propiedad y sí de una lógica económica que preside las redes transnacionales de producción, comercio y finanzas responsables por la desnacionalización de economías, de las cuales ellos hacen parte. Se trata, por consiguiente, de un poder que organiza y administra la interacción sistémica de todos los aspectos de la sociedad bajo el influjo predominante de las fuerzas económicas que dominan todo el planeta. Tal dinámica, sin embargo, no significa que el poder estructural del capital sea una fuerza regular y constante, inmune a las variaciones de poder que pueden existir entre él y diferentes economías nacionales. Entre las fuentes del poder estructural del capital optamos, como ya se ha indicado, por destacar cinco, presentadas a continuación, las cuales, siguiendo los pasos de Gough (idem, p. 118), constituirán los ejes de las ponderaciones presentadas en el próximo acápite sobre la desfiguración de la política social brasilera. Control sobre las inversiones. Con vista a la continua reproducción del proceso de acumulación de los medios de producción y de la riqueza apropiada por la burguesía. Esta fuente se inscribe en las diversas y variadas decisiones cotidianamente adoptadas por empresas privadas; decisiones que, según Pzerworski y Wallerstein (apud GOUGH, idem), tienen consecuencias públicas y duraderas y, por eso, “determinan las posibilidades futuras de producción, empleo y consumo para todos” (p.118). Como cada individuo o grupo piensa en su futuro; como las posibilidades de consumo futuras dependen de las inversiones en el presente; y como las inversiones presentes

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