Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano
218 diferentes visiones de mundo, se entiende por qué la concepción de poder en ese campo de conocimiento sea variable y heterogénea. Por eso, señala Gough (idem), si para algunos cientistas sociales como Max Weber, el poder constituye la capacidad de una persona, grupo o institución de hacerse obedecer; o, conforme Bachrach y Baratz, él también proviene de conflictos de intereses; o, según Lukes, es sustentado, simultáneamente, por comportamientos socialmente estructurados y culturalmente modelados, aliados a la habilidad de ciertos grupos de adecuar a su voluntad la subjetividad de otros, para Giddens, por ejemplo, el poder es visto como algo que reside tanto en las estructuras, que limitan acciones, como en las acciones que conforman las estructuras. Esta formulación se acerca, semánticamente, de una perspectiva dialéctica que, apresuradamente, podría ser identificada con un enfoque marxista. Lo mismo puede ser dicho de la formulación que, en la concepción de Isaac, se refiere a la capacidad de actuación de ciertos agentes sociales sobre la reproducción de la sociedad dividida entre dominadores y dominados, gracias a las relaciones estructurales de las cuales esos agentes participan; o de otros pensadores sociales que, antes y después de Marx, vieron en el poder una fuerza inmediata de la historia. Finalmente, rescatando a Weber, en los rastros de Parsons, hay aquellos que, como Mann, definen cuatro fuentes universales de poder dotadas de funciones institucionales distintas: ideológica, económica, militar y política. Se trata, esta percepción, de un abordaje que también parece hacer aproximaciones a Marx al enfatizar la existencia de una red entrelazada de inducciones diferenciadas en sociedades no unitarias, en las cuales el poder es resultado de la formación de padrones dominantes que permiten, a su vez, diversidades promotoras de innovaciones; y, en la constitución mutua de fuentes institucionales indicadas por Mann, la económica, destaca Gough (idem), abarca dos aspectos de nítida procedencia marxiana: “la esfera de la producción en que las personas luchan con la naturaleza para producir bienes y servicios y la esfera del intercambio, que provee una línea de unión entre las personas a grandes distancias y sin otras relaciones entre ellas” (GOUGH, idem, p. 114/115). En medio de esas diferentes aproximaciones sobre el poder, Marx presenta una alternativa única que, para Pzerworski y Walenstein (apud GOUGH, idem, p. 115), se resume en la idea central, contenida en la afirmación marxiana de que: “bajo el capitalismo todos los gobiernos deben respetar y proteger los reclamos esenciales de aquellos que son dueños de la riqueza productiva de la sociedad”, o sea, la clase dominante. Así, Cualquiera sea la expresión política de los intereses comerciales y financieros, cualquiera sea la movilización contraria y las presiones de otros intereses en la sociedad, cualquiera sean las características políticas y el programa del gobierno en ejercicio, el resultado es que su espacio de manobra está restringido por el papel estructural central del capital privado en todas las sociedades capitalistas. Las reglas del juego naturales en las sociedades capitalistas se
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