Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano

132 América Latina en el siglo XXI. Ese argumento ya fue aplicado, por ejemplo, en el caso de Ecuador, país que se destaca, a partir de 2007, por la adopción de un modelo económico inequívocamente antiliberal e, inclusive, de orientación socialista, a partir del inicio del primer mandato de Rafael Correa, en enero de 2007. La ausencia de cambios estructurales (economía primario- exportadora, informalización, dolarización, etc.) compromete la trayectoria de caída de la desigualdad y pobreza en la medida en que mantiene el elevado grado de dependencia y vulnerabilidad externa de la economía ecuatoriana (Ponce y Vos, 2014). Ese argumento, muy probablemente, puede ser extendido, en mayor o menor medida, a todos los países de América Latina. Cabe, también, una nota de cautela en cuanto a los indicadores de desigualdad y pobreza usados en este estudio. Esos indicadores se basan en estudios de muestra de hogares que subestiman la participación de los grupos de mayor ingreso. En ese sentido, habría que mencionar estudios más profundos y abarcantes sobre concentración del ingreso en Brasil, que toman en cuenta las deficiencias de los indicadores (por ejemplo, Benjamin, 2016). La evidencia empírica sobre la participación del top 1% en el ingreso en Brasil muestra tendencias de estabilidad o aumento en el período 2001-2015 (Morgan, 2017, Gráfico 11). Ese resultado contrasta con las tendencias de caída de los indicadores de baja potencia (índice de Gini y de la razón del ingreso Q5/Q1). Es muy probable que ese fenómeno indicadores más usados dan una idea equivocada de tendencias) se repita en el caso de la mayoría o, incluso, la totalidad de los países de América Latina. Esos resultados y consideraciones sugieren una hipótesis sobre la evolución futura de la desigualdad y la pobreza en América Latina en el siglo XXI: independientemente de los modelos, las caídas de indicadores frágiles de desigualdad y pobreza pueden entrar en trayectoria en forma de “U”. Por lo tanto, América Latina puede, lamentablemente, experimentar la versión invertida de la curva de Kuznets (“U” invertida o curva en forma de campana), que relaciona la desigualdad con el nivel de ingreso (Piketty, 2013: 20-22). O sea, la versión latinoamericana corre el riesgo de ser la curva “U” o la curva de “campana invertida”. Después, la trayectoria de caída de la desigualdad (y pobreza) debe surgir el efecto plateau y, en seguida, la tendencia de elevación de los indicadores, como una vuelta al pasado de elevados y persistentes niveles de desigualdad (y pobreza). Las crisis sistémicas y profundas que afectaron a Brasil y Venezuela a partir de 2013 han, ciertamente, aumentado la desigualdad y la pobreza. Esas crisis reflejan no solamente fallas de gobierno (mala gestión, corrupción etc.), sino también fallas de modelos de desarrollo económico. 170 170 Para un análisis del caso brasileño, ver Gonçalves (2017).

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