Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano

131 gobernabilidad. Eso ocurre independientemente de la matriz político- ideológica del partido o gobernantes en el poder. Por su parte, el concepto de modelo liberal periférico es abarcante, en el sentido de identificar experiencias en que características marcadas del neoliberalismo (desregulación, privatización, liberalización etc.) son acompañadas por elementos más propios a la periferia capitalista (dominación financiera, vulnerabilidad externa, corrupción a gran escala, cooptación de la sociedad civil, etc.). Sin embargo, en los países que adoptan el neoliberalismo sincrético, las políticas sociales tienen las siguientes características: derechización (captura por la doctrina liberal), monetarización (transferencia monetaria), financierización (crédito como herramienta de inserción social), laborización (emprendedurismo, micro emprendimiento), desciudadanización (vía precarización del trabajo) y la ultrafocalización (en detrimento de la universalización de derechos sociales) (Britto, 2004; Filgueiras y Gonçalves, 2007; Pereira, 2012: p. 747-749; Lavinas, 2017). A esas características podemos agregar el paliativismo: en ausencia de cambios estructurales, las políticas sociales no alteran significativamente la desigualdad y la pobreza que son persistentes y en niveles elevados. En consecuencia, en la gran mayoría de los países de América Latina, el neoliberalismo sincrético significa que el proceso de liberalización económica avanza in tandem, con políticas de intervención estatal en las esferas de asignación, productiva, estabilizadora, reguladora y distributiva. Naturalmente, la fusión de elementos dispares tiende a envolver dilemas ( tradeoffs ) y contradicciones importantes que afectan resultados, costos y sustentabilidad. Esos dilemas y contradicciones sugieren la hipótesis que, en ausencia de cambios estructurales, las caídas de los indicadores de desigualdad y pobreza expresan más ilusión (inducida por indicadores de baja potencia y narrativas político-electorales) que realidad. Eso ocurre independientemente de los modelos de desarrollo económico, como apuntan los casos de Chile (ultraliberal), Brasil (híbrido) o Venezuela (antiliberal). Las variaciones de los indicadores son, asimismo, efectivamente inexistentes. Esto pasa porque no se eliminan las causas estructurales de la pobreza y de la concentración de la riqueza y del ingreso en la región. Ese hecho es particularmente evidente cuando se analiza tanto la distribución primaria (o funcional) del ingreso, que contrapone los rendimientos del trabajo a los rendimientos del capital, como a la distribución sectorial de la producción. La relevancia de la comparación de Chile, Brasil y Venezuela no está en las distinciones marcadas de los modelos de desarrollo económico de esos países. La relevancia está, precisamente, en el factor común: la ausencia de cambios estructurales. Esto lleva a una consecuencia común: mantención de niveles elevados y persistentes de desigualdad y pobreza. Naturalmente, no hay mucha novedad en el argumento sobre, por un lado, la ausencia de cambios estructurales y, por otro, la insipiencia e insustentabilidad de políticas de reducción de la desigualdad y la pobreza en

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=