Aluviones y resiliencia en Atacama : construyendo saberes sobre riesgos y desastres

Aluviones y resiliencia de Atacama. Construyendo saberes sobre riesgos y desastres 38 es decir, en un espacio de unas tres o cuatro cuadras cuadradas” . Además, en el trabajo de Monroy (2017) se entrega información a partir de la cual es posible deducir la ocurrencia de inundaciones de distinta intensidad en 1886, 1890, 1894, 1897, 1898, 1900 y 1904 (Tabla 1). Para 1888 Monroy (2017) señala la ocurrencia de intensas lluvias el 13 y 14 de agosto, principalmente en la provincia de Copiapó, pero también lluvias y desbordes del río Salado en Chañaral. Para el siglo XX y el inicio del presente siglo XXI, periodo mejor cubierto por crónicas re- gulares de periódicos locales y regionales, se informan catorce episodios aluviales en forma de aluviones o inundaciones por la quebrada del río Salado (1900, 1904, 1905, 1929, 1930, 1940, 1946, 1972, 1983, 1987, 1991, 1997, 2015 y 2017), siendo los de 1972 y 2015 los más importantes tanto por la magnitud -y similitud- del fenómeno, como por su impacto en la población, pero destacándose también los aluviones de 1905 y 1930 (Tabla 1). En la recopilación de Monroy (2017), se señala que “un violento aguacero dañó las obras del ferrocarril de Pueblo Hundido a Potrerillos” , posiblemen- te por una lluvia que acumuló 16,1 mm en Caldera los días 22 y 23 de mayo de 1918, y además se señalan inundaciones en Copiapó y Chañaral por lluvias que acumularon 42 mm y 32,2 mm en cada ciudad, respectivamente, el 29 y 30 de junio de 1926. Aunque en ambos casos es posible suponer crecidas por el río Salado, no es claro su impacto en Chañaral. Para el 21 de mayo de 1946, en cambio, Monroy (2017) informa lluvias que acumularon 21 mm en Chañaral y 31 mm en Potre- rillos, con “bajadas de agua por la cuenca del Salado y por las quebradas de Conchuelas y Cabritos – y que – también escurrió agua por las quebradas de Ánimas y Flamenco” . Para el 22 de agosto de 1969 Monroy (2017) señala que “las comunicaciones telefónicas y telegráficas se cortaron y el camino entre Potrerillos y El Salvador quedó interrumpido” , junto con “4 familias damnificadas en El Salado y 25 en Chañaral” , producto de lluvias que acumularon “25,1 mm para el día 22 de agosto en Chañaral”, por lo que es posible suponer crecidas y bajadas por algunas quebradas, sin escla- recerse la magnitud de su impacto en Chañaral. En la recopilación de Monroy (2017) se señalan también fechas de lluvias en los años 1906, 1912, 1921, 1927 (causando crecidas en quebradas de Copiapó), 1928, 1931, 1934, 1936, 1938, 1943, 1949, 1953, 1957, 1962, 2005 y 2009, sin desprenderse crecidas o inundaciones severas por quebradas costeras o el río Salado, salvo en 1938. Además, del registro se desprenden por lo menos cuatro episodios de aluviones -propia- mente tal- (1905, 1930, 1991 y 2017; Tabla 1), a lo que se suman cuatro eventos de inundaciones –sin confirmarse la ocurrencia de aluviones– por las quebradas costeras que desembocan en Chañaral, como las de Conchuelas y Cabritos (1929, 1983, 1987 y 1997; Tabla 1). El registro eviden- cia también un aluvión en 1940, sin esclarecerse si se trató sólo del río Salado o también de las quebradas costeras (Tabla 1), a lo cual se suma un aluvión en 1938, en la quebrada Conchuelas, informado por un periódico de Taltal. A partir de las crónicas se puede desprender también el fuerte impacto que han tenido estos eventos en la población, implicando la pérdida de vidas humanas, personas damnificadas, daño en la infraestructura, servicios básicos (agua, electricidad y últimamente telefonía móvil), así como una evidente vulnerabilidad de las instituciones encargadas de gestionar las emergen- cias y contradicciones en el manejo de la información. Se destaca el rol que sistemáticamente han realizado las escuelas y liceos como albergues para los damnificados, lo cual ha significado un desmedro tanto para la posibilidad de una rápida normalización de las actividades escolares, así como respecto del rol social que cumplen estos establecimientos para la población local. Finalmente, los registros evidencian una urgente necesidad de implementar planes de desarrollo urbano para las localidades ribereñas del río Salado, que consideren la naturaleza del medio físico, es decir, la posibilidad de ocurrencia esporádica de aluviones severos por quebradas

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