El debate internacional sobre políticas culturales y democracia

51 -segCn esta postura- la cultura de masas no es tan sólo el producto de estas industrias, sino que es también funcional a un conjunto de valores y a un determinado sistema político. Las empresas transnacionales o multinacionales y las necesidades del mercado tejen entonces las re­ des de estos flujos, lo que se traduce en un ries­ go. para la supervivencia de los sistemas cultura - les autónomos de Asía, Africa y América Latina (co mo también para l'os que existen al interior de Es- ta'dos Unidos y Europa). Los Estados nacionales, a quienes les compete resguardar estos sistemas, se ven en consecuencia enfrentados a nuevos desafíos. El desafío de amortiguar y corregir relaciones socio-culturales asimétricas y de interdependencia. Para las industrias que participan de este proceso el mundo entero es un mercado, y el cliente mundial resulta básico para ese mercado. La industrializa cién de la cultura se ha globalizado. El mercado mundial y el cliente mundial requieren una sincro­ nización óptima de los valores culturales, de modo que los sistemas culturales autónomos no perjudi — quen la unidad del sistema transnacional. Para re ferirse a esta globalización, y a la amenaza a la diversidad de los sistemas culturales que ella en­ traña, Cees Hamelink utiliza el concepto de sincro nización cultural (36). Entiende por tal el tráfi co masivo de productos culturales en una sola di — rección y de modo sincrónico. Como parte de este (36) "En los estudios internacionales, se describe ge­ neralmente a este fenómeno como imperialismo cu1— tural. Yo prefiero el concepto de sincronización cultural ... A mi parecer el imperialismo cultú­ renles 7a forma más frecuente, aünque no exclusi­ va, en la que se manifiesta la sincronización cul^ Cont

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