El debate internacional sobre políticas culturales y democracia

46 sino que debe impregnar todos los ámbitos de la vida cultural. Precisamente una cultura plural, participa- tiva y diversa —vale decir una cultura de la democra cia- aparece como la garantía necesaria e imprescin­ dible para una perdurabilidad democrática. Se produce así un cambio en las relaciones entre política y cultu ra, según el cual .esta última deja de ser concebida s5 lo como un campo de contienda o como un epifenómeno de la primera. Más bien ahora es la política la que será contemplada desde la cultura. Este cambio de ángulo y el,vuelco de la discusión intelectual hacia la cuestión democrática, explica en gran medida el creciente inte­ rés de los cientistas sociales por la cultura y por las política^ culturales. Por otra parte, la experien cia de los estados fuertes desemboca -por estensión- en una crítica a las'concepciones‘estatistas, y én una invocación a las fuerzas latentes y a los sujetos plu­ rales de la sociedad;civil. Se trata de una perspecti va que en el Rebate sobre políticas culturales alimen­ ta la desconfianza ante el Estado como agente privile­ giado de una refundación cultural, y que favorece en cambio las posturas de índole movimientistas o mercan- tilistas. En, el plano más específico del estudio de las comunica, ciones y de la cultura se producen también cambios de enfoques y de paradigmas analíticos (33). La comunica ción ya no será concebida como la transferencia direc­ ta de up mensaje a un destinatario; las condiciones socio-culturales del receptor aparecen como mucho más importantes de lo que pensaban los estudios funciona - listas. La cultura deviene así una variable decisiva entre el emisor y el receptor. Se pasa entonces del (33) Estamos pensando, entre otros, en trabajos recien tes de Robert White, Néstor García Canclini y Je­ sús Martín Barbero. Véase bibliografía final.

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