El debate internacional sobre políticas culturales y democracia
' i t las declaraciones internacionales no se transfor men en letra muerta, es necesario -señalan los críticos- aminorar el desfase entre estos obje tivos (20) o 2. Con respecto a circunscribir las políticas cultu rales al vector estatal, se argumenta que si el paradigma de democracia cultural se propone una sociedad que sea -en su diversidad cultural- más participativa y protagónica, resulta una con tradicción confiar la tutoría de este proceso al Estado. La descentralización de las políticas culturales, por ejemplo, no puede realizarse vía decretos, o a través de un aparato que' tiende por. naturaleza a la centralización. La critica al es_ tatismo proviene también, de regiones sensibiliza das, como América Latina, donde en la década del 70 se viven fuertes experiencias de Estado-autori tario. Se piensa que la' impl'ementación de la de mocracia cultural debe apoyarse más bien en el d^ sarrollo local y comunitario y en los enormes re cursos latentes en la sociedad civil.' Se argumenta también que el sobredimensionamiento del E.stado conlleva el equívoco de menospreciar la incidencia que tiene el .sector privado y el mer cado en las políticas culturales y comunicativas. Es posible -como señala José Vidal—Beneyto que la política cultural que preside los destinos de la producción mass-mediática de Gulf and Wes - tern tenga hoy más influencia mundial que la de \ (20) Véase Carl-Joban Kleberg "Los objetivos cultura - les: palabras vacías o política práctica,", Cultu ra, 33, Vol. IX, 1, 1983.
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