El debate internacional sobre políticas culturales y democracia

29 a los diversos sectores de la sociedad, en el momento de ordenar el crecimiento de las comunicaciones y po­ ner en práctica los principios, todas- las esperanzas se depositan en el agente estatal y en el diseño de po líticas nacionales de comunicación .(PNC). El concepto de soberanía 'informativa presupone un rol central para cada Estado, en que la acción gubernamental se perfila como eje para corregir distorsiones, diversifioar el polo emisor o crear agencias informativas. Este predo minio del sujeto-Estado no sólo se plantea en lo info£ mativo-noticioso, sino que domina casi todas las propo siciones y temas del NOII. Puede afirmarse, en este sentido, que la perspectiva nacionalista se superpone al vector democrático. La insistencia en la formulación de- PNC como vía de so lución, induce a pensar que el proceso de democracia comunicacional dependerá de la acción de un Estado in­ tervencionista, de una oficina burocrática o de la vo­ luntad de los gobiernos de turno. Es precisamente es­ ta imagen la que alimenta los ataques sistemáticos em--, prendidos contra la Comisión Me Bride, o la percepción del debate UNESCO como el intento maquiavélico por pro mover un control del Estado sobre la propiedad y el funcionamiento de los medios. A diferencia del debate sobre políticas culturales, que siempre tuvo un carác­ ter consensual, el de comunicaciones se ve inmiscuido —desde el comienzo— en violentas y publicitadas con­ frontaciones ideológicas, incluso hay quienes lo cons_i deran como un factor decisivo en el alejamiento de al­ gunos países del sistema de Naciones Unidas. En la misma Conferencia General en que se da a conocer el I_n forme Me Bride (celebrada en Belgrado en 1980), quedan nítidamente perfiladas -a lo largo de la discusión- las posiciones de las 3 fuerzas^ principales de la pol_í tica'mundial: los países periféricos, subdesarrollados o no—alineados, apoyan ,y ,suscriben casi todos los plari teamientos del NOII, al,.mismo'tiempo que reafirman que el proceso de creación de un nuevo orden de las comuni. caciones no puede desligarse del establecimiento de un nuevo orden económico internacional. El sector socia­ lista apoya las posiciones del ''Tercer Mundo" y de los

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