Coloquio democracia y participación universitaria
Senado Universitario [ 99 ] comisión triestamental —Comisión de Proyecto Institucional, CPI— desti- nada a organizar y llevar a cabo un amplio proceso de debate sobre la misión, el gobierno, la estructura académica y el financiamiento de la Universidad. La CPI cumplió con creces sus cometidos, solidificando y legitimando la no- ción de comunidad universitaria. Entre los hitos de ese proceso se cuentan el Encuentro Universitario de enero de 1998 (con 96 delegados académicos, 48 estudiantes y 16 funcionarios) y el posterior Referéndum ya mencionado, y en donde, por ejemplo, un 65% de los estudiantes dijo que le parecía bien participar de la elección de Rector, mientras un 73% aprobaba la idea de la integración triestamental del Consejo Normativo, actual Senado Universitario. Ahora bien, no quisiera detenerme en ello para decir que eso es lo que hay que hacer ahora. Simplemente quiero manifestar que en esos hitos hubo un estado de opinión, un decir, no que- remos el proyecto neoliberal impuesto y que impulsan tanto las políticas de Estado como la rectoría: queremos otro proyecto. Y eso supone otra forma de relacionarnos y de participar en la Universidad. Volvemos entonces a la idea de comunidad universitaria. En efecto, en el Referéndum del 22, 23 y 24 de abril de 1998 cerca de 18.000 universitarios se pronunciaron y lo hicieron en un contexto de universidad asediada y empujada, desde dentro y desde fuera, a mimetizarse en el chilean universitymarket. Y ese pronunciarse buscaba de alguna manera defender la esencia de la Universidad de Chile, y sobre todo, proyectarla, darle un futuro, no quedarse anclada en un discurso nostálgico. En ese empeño, nuevamente los cantos de sirena que reclamaban que la par- ticipación de la comunidad sería la debacle de la universidad y de su calidad como tal —encabezados por la rectoría de Jaime Lavados—, quedaron sin piso real frente a un movimiento estudiantil mucho más consciente y conse- cuente que ellos de los deberes y características esenciales de una Universi- dad pública con mayúscula. 6 Lo esencial que quiero recalcar es que desde los años 80 estamos inmersos en este ciclo el que como hemos dicho sitúa sus inicios en plena dictadura, teniendo puntos de inflexión relevantes el ‘87, con la caída de Federici, y que luego con el conflicto del ‘97, el Referéndum y el cambio de rectoría el ’98. Este ciclo busca cambiar la Universidad en relación a cambios que se desean también para el país y que son finalmente, más democracia, más redistribu- ción de la riqueza, más inclusión, más desarrollo sustentable. Es un ciclo de resistencia y que yo quisiera apellidar como de resistencia-creadora puesto que busca construir una alternativa al modelo universidad-empresa-negocio, al modelo neoliberal, y por lo mismo, se hace un deber dar cuenta del desarro- llo y proyección de la Universidad en un contexto adverso. Ese contexto está signado principalmente por las políticas de Estado que buscan tratar a todas las universidades por igual en el mercado, y en donde el concepto de Univer- sidad Pública desaparece. Este ciclo es entonces doble: la Universidad —y por ende la comunidad que la constituye—busca su proyecto de cara al siglo XXI. Y lo hace, por un lado, tratando se zafarse de la camisa de fuerza neoliberal, y por otro, tratando de re-significar su rica tradición e historia como pilar del desarrollo nacional. Un gobierno universitario para las tareas y fines universitarios Vistos estos diferentes periodos o ciclos, y que no son exhaustivos, quisiera traerlos a una reflexión de Luis Izquierdo, que ocurre también bajo la dicta- dura. Ello en un seminario muy importante que organizó la Asociación Cul- tural Andrés Bello y que sería muy bueno rescatar. ¿Qué es lo que decía Luis Izquierdo en 1987?: 6 Resulta inte- resante leer la prensa y pu- blicaciones de la época, en que la rectoría de Lavados demonizaba la participa- ción estudiantil agitando el “cuco” del cogobierno y hablando de un país en riesgo a raíz de aquello. Poco después, algunos de los autoproclamados “adalides de la excelencia se verían ignominiosamente descubiertos o envueltos en escándalos que contrade- cían sus pomposos dichos. Por ejemplo, el Vicedecano de Ciencias Sociales, Edison Otero, y el Decano Mario Orellana debieron dejar sus cargos en 1999 al descubrir- se que se le había otorgado, por secretaría, el título de periodista a un conocido personaje televisivo; o bien, el ex Prorrector Sapag sería condenado por la justicia por el caso MOP-CIADE en 2003.
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