Coloquio democracia y participación universitaria
Coloquio Democracia y Participación Universitaria [ 74 ] y la de programas (que tienen que ver con cuán distintas son nuestras institu- ciones y oferta de programas) y hasta la diversidad de valores, clima y actores involucrados (que repara en dimensiones más organizacionales de nuestras instituciones). La diversidad en educación superior es entendida, muchas veces, como una aspiración, como una característica deseable de los sistemas, especialmen- te en el contexto de su masificación. La diversidad es aquella característica que permitiría, en principio, hacerse mejor cargo de un mundo que se ha ido transformando rápidamente y que requiere de instituciones de educación superior diversas, que piensen y que ofrezcan respuestas a un mundo igual- mente diverso. Uno de los desafíos más importante de los mecanismos de aseguramiento externo de la calidad es cómo hacerse cargo de controlar por una parte la cali- dad, velando por la mantención de criterios básicos y buenas prácticas y, por otra, promoverla buscando los más altos estándares y mejores prácticas. La clave es cómo garantizar y mejorar calidad, protegiendo la diversidad. El punto que quiero hacer aquí, sin embargo, es que así como bien sabemos que en Chile hemos avanzado aceleradamente a un sistema masivo, con polí- ticas ciertas que promueven diferenciación, no es tan claro que la diversidad sea la óptima, al menos así como ha sido discutida en la literatura interna- cional. Bien sabemos que la reforma del 80, impulsa fuerte diferenciación institu- cional: fragmenta regionalmente a las universidades más grandes del país, reconoce a nuevas instituciones no universitarias y abre un amplio espacio a las nuevas universidades privadas. En los años 90, las instituciones crecen de modo importante, especialmen- te en cuanto a su matrícula, oferta de programas y progresivamente surgen diversas sedes. La década pasada fue la más espectacular en términos de su masificación y explosión del número de programas y sedes. Cuánto de ello, sin embargo, representa genuina diversidad? La verdad, es que en el mejor de los casos, tenemos un conocimiento parcial al respecto. Aunque podrían ser mejores, hay buenas noticias en cuanto al desarrollo en ciertas áreas del sistema, con programas mejor diseñados y ajustados a las necesidades de estudiantes y del mundo del trabajo, mayor preocupación por los estudiantes y sus diversos modos de aprender, avances significativos en infraestructura y recursos, y también, por otra parte, la emergencia de una real profesión académica, el desarrollo mucho más extendido de la investiga- ción en ciertas áreas, el surgimiento y avance del posgrado, la generación de diversas agendas de lo que podría denominarse la tercera misión, etc. Las malas noticias son bastante conocidas, aunque poco asumidas. Creci- miento sin regulación y que ha escondido pobres niveles de calidad bajo el argumento de la diversidad. Da la impresión que el argumento planteado por el nuevo institucionalismo, a propósito de la tendencia al isomorfismo, esto es, que las instituciones tien- den más que a hacerse diversas, tienden a copiar aquellas características más valoradas y que otorgan mayor prestigio. Así entonces, vemos fuerte presión y una tendencia a concentrar la oferta en aquellas carreras más tradicionales (más allá que se ofrezcan de los más diversos modos), caracterizar la oferta
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