Coloquio democracia y participación universitaria
Coloquio Democracia y Participación Universitaria [ 58 ] que están introduciendo de gobiernos corporativos para nuestras universi- dades, como condición para la entrega de financiamiento. Debiéramos com- batir y no concederles esa dicotomía que nos raya la cancha. Hace rato que dejamos de pensar la política como debiera ser, sino que también definimos los límites de la política, no movernos solamente dentro el marco que nos ponen desde arriba. Y, en tercer lugar, un elemento que es parte de la discusiónmás bien estudian- til: creo que todas las formas de participación democrática tienen que tener cabida en la institucionalidad universitaria. Se da al interior del movimiento estudiantil una discusión que es bien falsa, que es preguntarse por si hay que darle a las iniciativas de participación como escuelas populares, preuniver- sitarios populares, trabajos de asistencialismo en las poblaciones, existencia material por fuera de las actuales universidades, en esfuerzos no institucio- nales a través de una vinculación del puro estudiante con la sociedad. Yo creo que no debiéramos perder la vocación más política de transformación de la institución propiamente tal y de volver a la universidad al servicio de la socie- dad. Renunciar a eso, es renunciar a nuestra vocación de transformación y es reducir nuestro potencial transformador a espacios marginales que no dispu- tan incidencia en las institucionalidades. La institucionalidad en sí misma no es mala, al contrario, la gracia de las luchas transformadoras es transformar la institucionalidad, adecuarla a las necesidades de las mayorías, cambiar su carácter social, finalmente. Hacer instituciones para los más y no para los me- nos. Yo creo que eso es algo que está en disputa al interior del programa que se da el movimiento estudiantil para sí y para las universidades. Hoy debiéramos, a partir sobre de esta coyuntura, hacer que las universida- des no sean las mismas. Las universidades no pueden seguir siendo estos ele- fantes que no dinamizan la discusión al interior, que no le muestran a Chile el enorme potencial que tienen y lo que dicen sobre la necesidad de una reforma tributaria, los conflictos medio ambientales, etcétera. No quiero decir aquí que no se ha dicho nada. Eso es caer en populismo. Pero hemos dicho poco y no con la suficiente fuerza. Y para eso es preciso que dinamicemos las discusiones, les demos cabida en la institucionalidad y lu- chemos contra el autoritarismo porque es un impedimento, un obstáculo. La batalla actual por hacer de este país un país más democrático, más igualitario, más desarrollado es hacer de las universidades, trincheras. Y a partir de esta coyuntura, tenemos que darnos el tiempo para reflexionar, para detenernos a procesar y pensar cómo hacemos que las universidades empiecen a jugar un rol más activo e incidente en el escenario que se abrió. Si no hacemos esto, perfectamente lo van a cortar desde arriba con nuestro mismo discurso, encima deslavado para desactivarnos. Las universidades, a partir de esta coyuntura, no pueden seguir siendo las mismas. Hay que insti- tucionalizar mayores grados de participación e incidencia en la toma de deci- siones y en la elección de autoridades. Muchas veces estas demandas han sido vacías, propias de grupos que estable- cen esta demanda como una consigna, que luego se repite y pierde sentido. En cambio hoy, tenemos contingentes sociales que están abogando porque esto sea posible, así como lo abogaron en otras luchas universitarias en el siglo XX, como cuando se dio formación y creación a la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y la Universidad de Chile era nacional. Ahí había sectores abogando, en el fondo, por incidir en el proyecto de nación al cual es- taba aportando y construyendo la Universidad. También lo fue en la reforma
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