Coloquio democracia y participación universitaria
Senado Universitario [ 57 ] a la generación del conocimiento y nuestras disciplinas. Es el control que de- bemos ejercer como sociedad sobre la principal riqueza que tenemos como nación, que es el conocimiento. Porque ya no importan solamente los recur- sos naturales, en una sociedad en la que cada vez es más crucial introducirle valor a nuestra economía. Los empresarios no lo hacen, porque en este país se dedican a hacer cosas como lo que sucedió con la empresa La Polar, son gente muy floja, porque jamás han sido capaces de enmarcarse en un proyecto de industrialización, de desarrollo. Es crucial que pongamos el conocimiento al servicio del desarrollo y que ejer- zamos control social sobre la dirección de ese conocimiento, sobre la eficacia que tiene ese conocimiento. Y eso se ejerce a través de las agencias producto- ras de ese conocimiento, que son cada vez más menos las universidades y son cada vez más los centros empresariales, los centros de pensamiento de la élite. Las políticas públicas y también la aplicación de ese conocimiento se genera menos en universidades públicas o al servicio del bien común, y de modo creciente en cuestiones que tienen el nombre Universidad, pero que no son universidades y que se deben, en el caso de la Universidad del Desarrollo o la Adolfo Ibáñez, a los empresarios, y la de Los Andes al Opus Dei, por ejemplo. Eso está en disputa. Por lo tanto, “democracia, sí”, pero no democracia al in- terior de las universidades como un fin en sí mismo. Democracia para ejercer control social sobre el conocimiento, que hoy día es el cobre del Chile del siglo XXI. Y esto, que no le cabe en la cabeza a las universidades, es tarea de fuerzas políticas. Pero si hoy día no hay fuerzas políticas con capacidades de mover contingentes sociales, es justamente porque los sectores sociales a los cuales convocan no están politizados y no están convalidando la acción colectiva. Control social del conocimiento, así como también en el siglo XX la clase po- lítica y un sector en las universidades fueron capaces de luchar por la naciona- lización de la principal riqueza que tuvimos, que en ese minuto fue el cobre. Hoy debemos repetir ese esfuerzo de, muy entre comillas, “nacionalizar el conocimiento para Chile y para su gente”. En segundo lugar, democracia para construir una cultura más dialogante, más integradora, más democrática al interior de nuestras universidades y, desde allí, funcionar como una caja de resonancia hacia el Chile del maña- na que se está formando en estas instituciones y en la educación superior en general. La visión dominante hoy día opone democracia a eficiencia o productividad. Nos hablan de que la democracia universitaria es un impedimento a ser efi- cientes, porque nos entrampa en discusiones ociosas. Yo creo que debiéramos combatir ese paradigma, porque esa división es falsa. Nosotros no debiéra- mos estar en contra de hacer de las universidades espacios más eficientes de producción de conocimiento, de aumentar la productividad general de nues- tra economía, de nuestra fuerza de trabajo. Al contrario, debiéramos argu- mentar que la democracia, el diálogo, la comunicación, la posibilidad que los distintos sectores de la sociedad se entiendan entre sí, de que un joven rico con un joven pobre se entiendan, por ser un país tan segregado, dividido en castas, es condición sine qua non para que podamos producir más como país. La colaboración, la capacidad de que nos entendamos está en la base de la posibilidad de construir un proyecto de país en conjunto. Dejemos de conce- derle a los de arriba que nos pongan esta dicotomía productividad/eficiencia, democracia/participación. Y esto se expresa concretamente en la exigencia
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