Coloquio democracia y participación universitaria

Senado Universitario [ 111 ] y terminando por la contratación de los profesores y el ejercicio de su profe- sión). Habiendo echado un vistazo a la historia general y a los principales giros de las estructuras de poder en la UC quisiera, en vista de los objetivos y las mo- tivaciones que aquí me traen, esbozar algunas perspectivas para generar un nuevo gobierno universitario en la UC a partir de un breve diagnóstico de nuestra forma de gobierno. Parto entonces de la pregunta: ¿dónde se encuen- tra hoy el poder en la UC? Hoy por hoy la UC cuenta con un sistema de go- bierno encabezado por el Gran Canciller (cardenal), seguido por un Consejo Superior encabezado por el rector y su junta directiva, vice-rectorías, decana- tos y órganos colegiados en las distintas escuelas con distintos matices cada cual. ¿Por qué creo que se hace necesario un cambio de sistema en la UC y hacia dónde debiésemos avanzar? Hay un supuesto en toda esta ponencia que me gustaría sacarlo a la luz: un gobierno más participativo permite a la Universidad vincularse más con el país, educar ciudadanamente y, en fin, orientar de mejor manera los esfuer- zos por generar cambios en la sociedad. Desde allí quiero hablar. Y lo primero que quiero decir al respecto es que si hay algo que no podemos obviar en nuestra universidad es su carácter pontificio. Aunque parezca no tener mucha influencia en el día a día universitario el que la universidad sea pontificia, es decir, pertenezca a Roma, hay algunos elementos que nos hacen pensar lo contrario. En primer lugar, pensar en el siglo XXI que la máxima autoridad de una universidad de prestigio sea un eclesiástico que adquiere su legitimidad solamente por su posición en la escala de poder, suena bastante extraño. Y más extraño aún es que ese representante del vaticano sea quien elija cada 5 años al rector de nuestra universidad. Suena y es a todas luces extraño. ¿O acaso no nos extrañaría a estas alturas del partido que la máxima autoridad de la UCH fuera elegido a partir de una terna por el Presidente de la República? Sumemos otro factor a la balanza. Supongamos que el rector fuese elegido por la comunidad universitaria sin intervención del vaticano y con plena participación de sus miembros. Eso sería un gran avance. Sin em- bargo, un gran impedimento para llevar a cabo tales reformas son precisa- mente la falta de poder de los órganos colegiados para llevar a cabo tales aco- metidos. Cualquier cambio que se quiera realizar en los presentes estatutos requiere 2/3 de quórum del Consejo Superior y, de ser superada esa barrera, sólo serán efectivos los cambios si, mandados a Roma, la Santa Sede así lo quiere. Eso es a todas luces extraño, descontextualizado y poco eficiente. La última reforma de estatutos previo a 1981 duró algo así como 5 años, pues en Roma tuvieron largas discusiones para ver si lo aprobaban. Eso ni el sentido común lo aprueba. ¿Qué sabe el Vaticano sobre las necesidades del pueblo chileno o las modificaciones más conducentes a generar una universidad con un rol público potente o una excelencia académica aceptable? 6 . Todo esto se aplica también al cargo del Secretario General, designado por el rector de turno, y que generalmente lo ocupa la facción más dogmática y moralista de la facultad de derecho de nuestra universidad. Él es quien resguarda que todo lo que se realice en la UC quede bajo el alero de la doctrina de la iglesia y la moral cristiana y su poder es bastante grande. La interpretación de los estatu- tos y de los principios de la iglesia está dejada al sector más conservador, cosa que no ayuda a una convivencia sana en el S XXI. 6 Estatutos dicen: “Toda modificación de los Estatutos requiere la aprobación del Gran Canciller, pero sólo tendrá eficacia jurídica una vez aprobada por la Santa Sede.”

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