Coloquio democracia y participación universitaria
Senado Universitario [ 105 ] una despersonalización de la enseñanza que también es compleja y que trae dolores y desadaptaciones a muchos. Creo que ese es un tema que hay que enfrentar a nivel de la comunidad. Ese tema tensiona positivamente nuestra comunidad. A nivel central, de facultades, de carreras o de centros de estu- diantes, se están generando respuestas de diverso tipo. Esas experiencias ne- cesitan ser socializadas. ¿Qué significa incorporarse a la comunidad, qué significa ser recibido por ella? Quizás habría que pensar un Curso de Formación General obligatorio: ¿Qué es la universidad? Partir explicando que hay un Rector, un Senado, etc., si no ¿cómo se articula esta enorme comunidad de 30 mil personas o más? Porque a veces se percibe mucha ignorancia respecto de qué es la Universidad y cómo funciona, cuál es la diferencia entre una Escuela o una Facultad por ejemplo. Esa ignorancia hay que combatirla, creo. Otro tema: la representación de la comunidad extra-muros en el gobierno universitario. Esto es casi un tabú en el cómo, cuánto y quiénes. Apelamos siempre a la sagrada autonomía, y lo hacemos tanto a veces que los neolibe- rales llevaron al extremo el argumento declarando que lo mejor es que no existan políticas de Estado que regulen y distingan entre tipos de institucio- nes. Por ejemplo, como se mencionó en un la ponencia del profesor Gonzalo Zapata de la Universidad Católica, en Uruguay los egresados se organizan en colegios profesionales que participan en las universidades. Ese es un tema, ¿por qué no? Cómo incluir a los trabajadores y empresarios en las universida- des del Estado. Puede ser en un Consejo Consultivo simbólico como punto de partida. Pero desde el proyecto de Ley Marco de las Universidades Estatales que se planteó post comisión Brunner en el año ‘95 que viene apareciendo el tema y ese proyecto indicaba: “nosotros estamos poniendo la plata como Estado —se supone, hoy no es así— entonces, nosotros vamos a nombrar un tercio del directorio”. Todo muy en la lógica del mito gerencial, pero no por ello el punto es menos relevante. Entonces, aquí hay una interrogante que re- solver: ¿cómo nos hacemos cargo de recibir a la representación de la sociedad acá, al interior de la Universidad? Un último desafío tiene que ver con la sana tensión que tiene que haber entre las funciones y cuerpos universitarios. Creo que en eso estamos al debe, y eso ocurre en parte porque la profesionalización de la función ejecutiva de la Universidad de Chile es baja. Nuestros servicios centrales ejecutivos fueron pensados para otras épocas, y ahí yo creo que hay que hacer una reingeniería profunda. Y eso debiera ayudar a una mejor coordinación y trabajo conjunto ejecutivo-normativo, sin duda. ***
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