Coloquio democracia y participación universitaria

Senado Universitario [ 101 ] mercado)”. Esta última lógica, instalada en los ochenta bajo los rectores mili- tares, se expresa con fuerza en el presupuesto institucional y se acentuó aún más durante los noventa, a partir de las medidas presupuestarias internas promovidas por el vicerrector Basso, y que, de alguna manera, se mantienen hasta nuestros días y reclaman ya una revisión y modificación profunda. En síntesis, si complementamos a Luis Izquierdo en este punto, el exacerbado presidencialismo y a la vez, su contraparte feudal y fragmentaria, son parte de los desafíos cruciales que la comunidad universitaria debiera enfrentar si quiere ver proyectada la Universidad hacia el futuro como un conjunto co- herente. Y en ambos casos, nuevamente lo fundamental tiene que ver con el programa y los desafíos académicos profundos que corresponden a esta etapa histórica —i.e. los de estructura y de maneras de producir y transmitir cono- cimiento—. A mi juicio, el actual Estatuto y el Senado Universitario son hijos de esa lucha y de ese empeño, y son por lo mismo, herramientas, no respues- tas completas por sí mismos. La Comunidad Universitaria: una noción que necesita anclarse en la cotidianeidad Junto con lo anterior me permito traer a colación algunos principios articula- dores de la idea de comunidad universitaria, precisamente porque creo que es una noción que hay que alimentar, que hay que hacer carne en la práctica y la vivencia cotidiana de los miembros de la Universidad. Pienso que hoy por hoy se requiere hacer mucho diálogo entre los estudiantes y los académicos y con la comunidad en general; diálogo respecto de qué somos nosotros como Universidad, respecto a qué es la comunidad universitaria, qué la define: Par- ticipación, obviamente. Jerarquía también, y que tiene que ver con la noción de “autoridad” en el sentido de autoría, de creación, de obra original, y no con el sentido de autoritarismo o de imposición. Está la noción de Excelencia, que es un sentido en construcción, y en permanente tensión. Como lo planteaba Carlos Figueroa en el panel anterior, se trata de una noción que construimos, que necesita ser llenada de sentido para alejarse, tanto del riesgo de un pro- ductivismo hueco y estéril como del facilismo del “no hacer la pega”, del no validarse en el diálogo con pares ni exigirse al más alto nivel que es como hacemos avanzar el conocimiento. Buscamos la excelencia, buscamos hacer- lo lo mejor posible en lo que estamos haciendo; y lo hacemos actualizados, conectados con el mundo. En definitiva, esta noción tiene que ver con no con- formarnos, con no ser mediocres en el más puro sentido de la palabra. Otra noción, la de Autonomía. Autonomía de quien controla el mercado y el Estado, autonomía para pensar y definir los quehaceres universitarios y la forma en que serán acometidos, para examinar sus productos buscando alejarse de la presión de “el que pone la plata…”. Y ciertamente, anoto aquí las nociones de libertad académica, de pluralismo, y de diálogo permanente, respeto y responsabilidad. Sin todas ellas, la idea de comunidad universitaria se vacía de sentido, y eso es necesario hacérselo ver a todos y todas. No vaya a ser, por ejemplo, que haya estudiantes tentados de ejercer un rol como clien- tes pagadores, con todo el autoritarismo que ello puede conllevar; o de acadé- micos que crean que es posible infantilizar a los estudiantes. Yme detengo en estos últimos tres conceptos, porque creo que es lo que está faltando a nivel del país. Hoy día, la sociedad chilena está viviendo un quiebre profundo que se expresa en este portazo que da el Gobierno de Piñera a la ciudadanía, y de esas “4 mil familias”, esa élite oligárquica que es el micro-sector dominante de este país y que le está dando un portazo a todo el movimiento que se ha expresado estos meses de 2011, pese a que todas las encuestas confirman un

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