Seminario de equidad e inclusión universitaria

82 Seminario de Equidad e Inclusión Universitaria particular, discrimina. Pero también puede suceder que al no realizar dicha diferen- ciación, se produce la discriminación, y en esto, la ilustración que nos presentó la profesora Bensimon sobre los cajones de los niños, es clave. Entonces ¿cuál sería el punto medio que nosotros deberíamos atender para lograr que los estudiantes pue- dan acceder a los distintos frentes de la vida universitaria y se incorporen de forma integral a la comunidad universitaria? El paradigma de integración a la ciudadanía universitaria, en palabras simples signifi- ca: a los alumnos que ingresan vía equidad los cambiamos, o la Universidad cambia para ellos. Sin duda, como actores sociales todos estamos llamados a generar el cambio, pero ¿de qué forma nosotros podemos articular procesos que permitan la integración y la inclusión? La respuesta basada en una política de equidad e inclusión que reconozca la diversidad tiene dos frentes específicos. Por un lado, debe existir una intención real de provocar dicho cambio, aunque sea traumático, caro y difícil. Y por otra parte, si creáramos un pie forzado para ir evaluando los procesos en función de indicadores, se correría el riesgo de generar más resistencia que compromiso con la equidad. Nosotros como Universidad y como Senado Universitario apostamos por crear una políti- ca a nivel central pero flexible que permita la incorporación de iniciativas locales orientadas a mejorar la equidad y la inclusión. Sin embargo, advertimos como lo más fundamental, generar un cambio de mentalidad sobre cómo entender la docencia. En este punto es recurrente hablar de los tres estamentos -académicos, funcionarios y estudiantes-, pero dentro de los académicos hay distintos perfiles, y dicho llanamente, existen académicos que desarrollan una labor investigativa en donde la labor docente es percibida como una carga. Son profesores que deben cumplir con horas de aula según lo establecido por el convenio, pero el aula no los apasiona. Como consecuencia, resulta una tortura para el profesor realizar una clase, a la vez que el alumno percibe lo mismo al recibir a este docente que no está enamorado de su labor. Empero también están los profesores que realmente poseen vocación docente, cuyo desempeño a veces absorbe a tal medida su trabajo, que no alcanza a cumplir los estándares de investigación y publicación exigidos por los contratos con la Universidad de Chile. Se hace evidente pues, revisitar este tema para comprender los distintos perfiles de los académicos, y ser flexibles al momento de definir qué vamos a valorar o qué vamos a ponderar. Un profesor de nuestra mesa, sostenía la necesidad de valorar la docencia, apoyarla y premiarla de distintas maneras, para incentivar a aquellos que poseen interés en la enseñanza, a participar de capacitaciones docentes que permi-

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