Seminario de equidad e inclusión universitaria

80 Seminario de Equidad e Inclusión Universitaria el primer año como etapa crítica. Sin embargo, es vital que los programas se aborden como un proceso hacia una mayor autonomía, y que luego de las estrategias de ren- dimiento, fortalezca el desarrollo de habilidades laborales de empleabilidad. En tercer lugar, discutimos sobre qué nivelar. El sentido común universitario nos lleva a pensar estos programas basados en contenidos. Sin embargo, deberíamos ampliar nuestro horizonte más allá de las materias críticas como matemáticas o ciencias básicas, para incorporar las estrategias de rendimiento académico, que finalmente llevan al alum- no a empoderarse de su aprendizaje, y a mediano plazo, poseer mayor autonomía. Toda esta serie de medidas deberían estar disponibles para todos los estudiantes que lo requieran. Es importante considerar tanto a los estudiantes que provienen de sistemas de equidad como aquellos que ingresaron por vía tradicional. Cada uno de estos programas debe ser integrado a la vida universitaria, de modo tal que no se transformen en una suer- te de estigma. Y dadas las diferencias que hay al interior de la Universidad, necesitamos asegurar que los proyectos, independientemente de la facultad en la que se desarrollen, tengan un estándar básico. Ello no implica la dependencia de un programa centralizado, sino garantizar el cumplimiento de ciertos criterios comunes para que los programas no dependan exclusivamente de las unidades académicas en que estudia el alumno. A su vez, la integración de las medidas implica un trabajo de coordinación y gestión entre las facultades, la actividad docente, la secretaría de estudios y en general, las distintas áreas a través de redes de retroalimentación. Ahora bien, no podemos negar que dentro de la cultura universitaria se manifiestan elementos de resistencia encubierta, y se cree que un alumno que no es capaz de pasar los cursos simplemente no debería estar en la Universidad. Se trata de una creencia muy de la mano de los “ramos coladores” que lleva a juzgar las capacida- des de los estudiantes. Entonces, es menester darse cuenta que la equidad no es necesariamente un consenso, y por lo mismo, no todos están de acuerdo con los programas de acompañamiento. Para cerrar, como actores de una política universitaria todavía nos queda muchísi- mo por aprender respecto a los indicadores y predictores de aquellas personas que nosotros activamente deberíamos invitar a participar en los proceso de acompaña- miento de la Universidad. Para ello, si es necesario, tendremos que elaborar estudios cualitativos a largo plazo para vislumbrar si vamos en el camino correcto, dadas las enormes diferencias que existen según la realidad de las distintas facultades.

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