Literatura, lenguaje y sociedad: 1973-1983
15 Una de las principales dificultades resulta de lo que al co - mienzo anotábamos respecto a las tergiversaciones .tque pueden acaecer cuando se analiza con la ilusión de'.un pasado algo es trictamente presente. Es necesario insistir sobre ello. Los últimos diez años han sido escenario de graves transforma ciones, cuyo alcance real está por verse. No podemos decir hoy si dichas transformaciones significarán a la larga una afecta ción total de los modos de comportamiento y de los patrones. No obstante eso, sí podemos detectar algunos cambios significa tivos en el terreno de este trabajo. Esos cambios correspon - den a la irrupción de lo no dicho y también a otro aspecto que ahora describiremos., Esto es: que en una sociedad altamente re presora el lenguaje pasa a ser visto como otra instancia repre sora más. Al respecto, cabe aquí hacer un alcance, es fácil caer en la confusión con la generalidad que consiste en ver al lenguaje con lo represor por excelencia. Esta afirmación que se desprende con mucha facilidad de una especie de pan-semiolo gismo en boga que llega a decir que el lenguaje es fascista (1?o land Barthes, citado por Severo Sarduy) y que por ende, lo que cualquier agrupación de izquierda o derecha jamás va'a permitir es la subversión que determinadas obras hacen del lenguaje por cuanto esa subversión desmontaría sus propagandas. Pues bien, no insistiremos en esto, pero es algo bastante distinto lo que se quiere decir cuando se afirma que el lenguaje pasa a ser vis_ to como otra instancia represora más. Esto significa una re-asignación de todas las funciones del len guaje. Cuando este se hace sospechoso (hablamos de un suben - tendido general) la garantía de cualquier exterioridad es infi nitamente precaria. En un primer momento se descubre la censu 'ra (administrada), impuesta, luego se la internaliza (autocen sura) y finalmente pasa a desbordar cualquier estrategia que so bre ella se pueda tener. No se tratará ya de privarse de hablar de algo por temor a un posible castigo (en general los análisis de la censura paran aquí), sino que hablar, ejercer la lengua, es ya un castigo. Es allí donde el régimen dobla y subvierte su culpabilidad, ella pasa a ser dominio público de modo tal que todos son culpables aunque no se sepa de qué. Ese es el efecto permanente y más duradero sobre el lenguaje. Se desconfía im - plícitamente de él. Primero se cree que es un problema meramen te formal (no usaremos, por ejemplo, la frase 'lucha de clases1 pero sí la de 'dinámica social'), luego se entiende que la pri vación de determi,nadas ideas, conceptos» palabras, es algo ra-
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