Literatura, lenguaje y sociedad: 1973-1983

8 - sujeto a desmentidos, el estado de "excepción" de una forma u otra (1948 a 1958) reafirma este subentendido, y la verdad se analogiza con el lenguaje escrito en su acepción más extraña. Se podría afirmar entonces que la 'oralidad' es proporcional a la transparencia del régimen de conversación y que en la me dida que ese régimen se ensucia pierde su garantía. En ese sentido resulta decidor comprobar que la irrupción de la oralidad en nuestra literatura comienza a gestarse con las residencias de Neruda ("El Tango del Viudo" por ejemplo) como una especie de vaticinio sobre el futuro que correría el len­ guaje en nuestro país. Es finalmente-hacia fines de la déca­ da del sesenta-cuando la oralidad alcanza su punto de apogeo que no comenzará a decaer sino después de septiembre (por po­ ner una fecha precisa) de 1973. Análogamente en los finales de dicha década, el autor que lleva hasta sus máximas conse - cuencias el discurso oral en la escritura como sinónimo de la vida, alcanza su mayor reconocimiento y presencia. Ahora bien, coincidente con el nacimiento del movimiento popu­ lar chileno (y el hipartidismo de izquierda a partir del año 33), se gesta en nuestro país una literatura y específicamente una poesía que se plantea históricamente frente a ese fenómeno y va asumiendo en forma cada vez más marcada un claro contenido de clase. Este comienzo recogió en primer lugar el carácter de alternativa de gobierno con que esa clase fue entendida por sus partidos y la expandid hasta transformar dicha imagen primi genia en un ideal americanista cuyo portavoz más representati­ vo fue la obra nerudiana, obra que encarna todo el trayecto del movimiento popular chileno hasta su quiebre en Septiembre de 1973, constituyéndose en el portavoz no sólo de un modo parti­ cular de escribir poesía, sino de todo un sistema de entendi­ miento que terminó por tener acceso al gobierno con Salvador Allende el año 70. En ese sentido, la poesía más que un fenó meno de arte específico y autoreferente, desbordó su propio marco de circuito para pasar a ser uno de los componentes de la historia de los movimientos populares. De ese modo, el 'to no nerudiano1 sobrepasó el ámbito de la escritura literaria pa ra ser parte integrante de la retórica con que dichos movimien tos acceden finalmente al poder. Así, la propia experiencia viene a definir un rasgo característico de cualquier operato­ ria en y con el lenguaje y que puede ser ejemplificada sin ir más lejos de lo que ya se ha reseñado; la obra nerudiana se nutre de una realidad de clase y es apropiado partidística - mente, pero a su vez, al nominar esa realidad comienza a ejer cer su influjo autónomo ■'obre ella y deviene de esa manera u

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