Literatura, lenguaje y sociedad: 1973-1983

8 no carnalizado más que en segmentos muy cupulares de la s o c í £ dad chilena. A partir de los inicios del sesenta dicha pala­ bra adquirió una connotación que sí afectaba a todo el colec­ tivo. Pasó a ser parte de la vida cotidiana materializando en cualquier proyecto que en esa cotidianeidad se proyectase con una dimensión de futuro. Finalmente, cuando la conversación se hace más transparente, dicho término representa un leit mo tiv de entendimiento, su perspectiva presente (catastrófica para unos, expectante para otros), que se carnaliza en cual­ quier habla y está presente de todos modos. Así, cualquier individuo se topa con él, es parte de un sistema de señales de modo que es imposible desligarlo de cualquier entendimiento. En los últimos años del estado de compromiso, la palabra 're volución' revierte sus acepciones anteriores. Es tan 'buena' o ‘mala1 como la situación que se vive, se presentiza y devie ne ineludible. Análogamente, la irrupción de nuevos grupos de ideas dejan de ser tales para presentarse como hechos na­ turales, cada vez se hace menos visible el lenguaje, es decir, cada vez ofrece menos trabas y la bivalencia de cada concepto es parte de esa naturalidad: ser 'comunista' es bueno o malo, pero en todo caso es representante de algo palpable, que no necesita ser definido desde un interlocutor, vale decir, a di. ferencia de' los años 60, ser 'comunista' significa más o menos lo mismo para un militante que para un joven del partido nació nal. Ese mismo desaparecer del concepto en términos que ya no nece sitan ser entendidos en sí porque forman parte de cualquier entendimiento avala, en cierta medida, la importancia que ad quiere la oralidad (desde el discurso político a la conversa­ ción) . Pues bien, no resulta extraño entonces que la oralidad se ana logice con la vida. Discurso oral y experiencia de vida son términos sinónimos en cuanto a su proyección en la cotidianei dad. Por el contrario, cualquier sistema escritural o discur sivo que no tome la oralidad como matriz pasa a ser degradado y comienza a conformar el mundo de lo pomposo, de lo solemne, de lo reaccionario, en fin, de lo muerto. Paralelamente, la experiencia literaria se va haciendo cargo y representa esa situación general del lenguaje. La "Antipoesía" representa precisamente la irrupción de la vida (según su autor) frente a la entelequia, frente al 'himno', retórico y pomposo. £1 co mienzo vacilante de la aceptación de esta forma poética reve­ la hasta qué grado lo dicho es cierto. Cuando aparece "Poe­ mas y Antipoemas" el consenso es del habla como lugar frágil,

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