Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura

68 Cuadernos de Beauchef Sin embargo, el primer ferrocarril minero puesto en funcio- namiento fue gracias a George Stephenson, constructor de máqui- nas y autodidacta; en 1813 construyó una máquina de vapor que, en palabras de Cameron y Neal, “se servía de cables para hacer regre- sar las carretillas de carbón vacías hasta la mina desde los muelles de carga. En 1822 –agregan Cameron y Neal- convenció a los pro- motores del proyecto de línea férrea entre Stockton y Darlington, trayecto minero, para que utilizaran tracción de vapor en lugar de caballos”, y en su inauguración en 1825, asistimos al auge de este medio de transporte. Lo dicho culminó en 1830 con su uso para el transporte de pasajeros entre las ciudades de Liverpool y Manchester, extendién- dose posteriormente con una densa red de ferrocarril de más de 10.000 kms, que permitió la especialización agrícola regional, un de- sarrollo integrado y armónico de todo el Estado y un correcto inter- cambio de personas y de mercancías. Con ello, por cierto, se inaugu- raba la Segunda Revolución Industrial (1850-1895), impulsada por esta revolución en los transportes y por las nuevas organizaciones empresariales. Como puede verse, los beneficios obtenidos por las empre- sas agrícolas y textiles se invirtieron en las compañías por acciones del ferrocarril en Inglaterra. Los enormes capitales que se requería para su construcción exigieron la aparición de nuevas instituciones financieras. Asimismo, se necesitaba mucho hierro y acero para las infraestructuras del ferrocarril y mucho carbón para moverlo, lo que, en consecuencia, permitió la constitución de Sociedades Anónimas que canalizaban el ahorro privado hacia las inversiones industriales y ferroviarias. A partir de 1840 otros países europeos y EE.UU. iniciaron la construcción de sus líneas férreas, aunque no lograron igualar el modelo inglés.

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