Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura

66 Cuadernos de Beauchef caciones que, por cierto, en sus primeros intentos de aplicación en el transporte se vieron frenados por el propio Watt debido a que consideraba peligrosas las máquinas de alta presión, negando la au- torización para el uso de sus patentes. Con respecto a la máquina de hilar y tejido de algodón, los empresarios no pararon de pedir otros inventos, ya que las necesi- dades del mercado textil obligaron a hilar más deprisa. La primera innovación en la hiladura se produjo con James Hargreaves quien construyó la spinning-jenny (Juanita hilandera), una máquina de hilar de husos múltiples, en 1767, que reproducía mecánicamente los movimientos del hilador. Al respecto, en palabras de Cameron y Neal: “La jenny era una máquina relativamente simple: de hecho, era poco más que una rueca con una batería de varios husos en lugar de uno. No requería de energía mecánica y podía manejarse en una cabaña, pero permitía que una persona hiciese el trabajo de varias”. Dos años más tarde Sir Richard Arkwright, industrial textil, patentó una máquina que al girar hilaba y trenzaba la fibra de al- godón, reproduciendo por medios mecánicos los movimientos que efectuaba la mano. Tal máquina, en efecto, era accionada por una rueda hidráulica y se le conocía como water frame, que produjo hilo de algodón más resistente que el obtenido por la spinning Jenny de Hargreaves. Arkwright fundó, posteriormente, la primera factoría hidráulica de algodón del mundo en Cromford, Derbyshire, en 1771. En 1779, Samuel Crompton inventó la hiladora intermitente (mule-jenny), una combinación entre las máquinas de Hargreaves y Arkwright, que funcionaba con energía hidráulica duplicando la capacidad de los telares; y en 1787 Sir Edmund Cartwright, clérigo inglés, inventó la primera máquina de hilar automática, que posibili- tó la incorporación de las mujeres a los trabajos de tejidos debido a que requería menos fuerza física.

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