Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura

55 Ciencia, Tecnología y Cultura producido la fractura técnica en el momento que surgió el reclamo por la adecuación entre habilidades o talentos y lo que hoy llama- mos “carrera profesional”. Ya hacia finales del siglo XVI los tratadis- tas advierten acerca de la sobrepoblación de juristas y teólogos en la península y la falta de “técnicos” capaces de crear y manejar los “ingenios” (o máquinas) modernos que ya están funcionando en el resto de Europa y que prometen ser motores de prosperidad. Luego, viene la larga noche de una promesa de esplendor incumplida. La herencia de esta pobreza de modernización la hemos lle- vado también en nosotros, no como efectos colaterales de un pro- ceso que ocurre en otras latitudes, sino por el tipo de mundo que nos habita; en otras palabras, los principios que reducen el campo de desarrollo técnico-científico en España determinan en gran me- dida la creación de las instituciones de educación en América y los modos en que en estas separan las disciplinas, privilegiando, discur- siva y prácticamente, unas por sobre otras. Somos testigos y pro- tagonistas de este fenómeno: en el caso chileno la enseñanza del oficio de ingeniero como carrera “universitaria” tuvo un comienzo accidentado, precisamente porque la “universidad” se constituye sobre el carácter científico de la formación que imparte, incluso si lo que se estudiaba eran bellas artes, teología, derecho o filosofía. La universidad respondía así a los principios de las artes liberales, de modo que, independientemente de cuál fuese la profesión que el estudiante buscase ejercer —y de su ingenio— debía contar (en una secuencia metodológica del plan de estudios que no ha cambiado en nada), como requisito previo para la obtención del título profe- sional, con el grado de “licenciado”. A tal punto es concreta esta vo- luntad de mantener el proyecto universitario chileno, que este nudo (práctico, por un lado, pues intenta responder a la falta de expertos que lleven a cabo el desarrollo nacional; y canónico-intelectual, por otro, debido a que buscaba proteger el vínculo de la nueva institu- ción con la tradición productora de saber en Occidente) queda ex- presamente establecido en el artículo 17 de la Ley Orgánica de 1842

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