Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura

51 Ciencia, Tecnología y Cultura piel sin contenido pues allí donde se quería, como en el ideal rena- centista, construir al hombre completo, de conocimientos diversos y a la vez profundos, y de una constitución moral irreprochable en tanto miembro sano de un cuerpo social sano, la tendencia irresisti- ble de saberes cada vez más compartimentados ahora bajo las exi- gencias empiristas y racionalistas solo podía empujar en la dirección contraria, es decir, hacia la especialización. En este sentido, un recla- mo como el de los tratadistas españoles, miembros de una nación tan retrasada en avances técnicos si se la comparaba con los países del norte de Europa, por la ausencia de agentes expertos en la ela- boración de nuevas estrategias de explotación de los recursos exis- tentes, ya fueran estos humanos o materiales en general, solo podrá encontrar algún consuelo en señalar las contradicciones existentes en el poseer un imperio tan vasto y la incapacidad de aprovecharlo. Stricto sensu , esta será la historia de España, tierra de los ingenios, hasta la segunda mitad del siglo pasado. Por lo anterior es que resulta en extremo curioso el derro- tero que siguió la palabra ingeniería en el español de una provincia que llora por la falta de ingenios técnicos, como si se hubiera per- dido de vista que, de hecho, este sustantivo que indica el “conjunto de conocimientos orientados a la invención y utilización de técnicas para el aprovechamiento de los recursos naturales o para la acti- vidad industrial” así como la “actividad profesional del ingeniero”, derive (y aquí radica la “rareza”) del oficio mismo, de su práctica, y no sea ella la que da origen al quehacer concreto. En otras palabras, no es el territorio de un quehacer el que da lugar a su ejecutante sino al revés, una señal temprana no solo del carácter técnico de ese territorio sino también de su ejecutante. Porque lo que hace la norma al poner el foco sobre el ingeniero cuyo oficio no nace de sino que da lugar a es destacar el producto de una acción ejecutada, no la relación filial entre una práctica y un saber “en medio de” los cuales se constituye el conocimiento. En este sentido, la curiosidad etimológica, nada baladí, como se ve, viene a trasladar la significan-

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