Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura

36 Cuadernos de Beauchef de nuestro ser. Producto de ello, ya desde la educación se nos diso- cia y desmenuza internamente. Incluso algunas voces cuestionan a René Descartes, cuando dijo “Pienso, luego existo” , (Corbella, 1993) y (Damasio, 1996), acaso haciéndolo responsable del inicio de una “cultura de la fragmentación interna” del ser humano, sesgo que nos ha bloqueado y marginado respecto de una visión y experiencia más amplia y cabal de la realidad. Sobre esto se ha discutido bastante, llegando a polarizar el conocimiento entre racionalistas y empiristas, idealistas y pragmá- ticos. No obstante, la vida no es en blanco y negro, sino llena de matices. Por de pronto, de “inteligencias múltiples” ya nos habló Horward Gardner (1995) y, más adelante, contemplamos la apari- ción de la inteligencia emocional (Goleman, 1995) y de la inteligencia corporal, entre otras. Y si nuestro cuerpo también nos permite pen- sar, sentir y experimentar distintas sensaciones y situaciones, todo es igualmente importante y complementario para poder construir un conocimiento y tener experiencias más completas (múltiples) y profundas de la realidad; es decir, lograr una cierta sabiduría de la vida. Ya tan solo para poder estar en este mundo necesitamos del cuerpo, así como para pensar necesitamos de las neuronas y para sentir del corazón. Blaise Pascal se atrevió a decirlo muy claramente: “Todo nuestro razonamiento se reduce a ceder al sentimiento” / “El corazón tiene razones que la razón no entiende” (Muñoz, 2015). A fin de cuentas, la armonía interior se logra cuando deja- mos desplegar nuestras inteligencias múltiples; cuando el cuerpo se alinea con las emociones y los pensamientos; cuando hay una cohe- rencia, articulación e integración interna entre la dimensión física, anímica y espiritual de cada cual: cuando se hace lo que se piensa, se siente y se dice. Obviamente, que todo esto no es fácil; sin em- bargo, es muy necesario tenerlo en cuenta y avanzar en lo que más se pueda; de lo contrario, las propias fragmentaciones y prejuicios personales nos juegan en contra y, finalmente, son las que causan

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