En clave adolescente

EN CLAVE ADOLESCENTE ••• REFERENTES, PRÁCTICAS Y HÁBITOS DE CONSUMO AUDIOVISUAL SEGUNDA PARTE. Desafíos para la educación mediática de los adolescentes ••• 139 producción mediática, responden a una propuesta heteronormativa que es la hegemónica. Es cierto que existen modelos alternativos, pero estos son minoritarios. El problema no es tanto que no existan alternativas distintas sino el acceso que ellas y ellos tengan. Estos caminos y opciones deben ser construidas y propuestas por otras y otros, y si como hemos visto su acceso a las “novedades” de la industria son fundamentalmente a través de sus pares, que son sus referentes, no son muchas las opciones de romper esta hegemonía. Las y los adolescentes viven ese periodo de cambios de manera diversa pues “la cualidad primordial para las muchachas es la apariencia, mientras que para ellos hace referencia a los signos sociales de la virilidad” (Le Breton, 2012: 57). Más que para el muchacho, la sexualización es para la joven la entrada en un camino trazado de antemano. Si la mujer tiene un cuerpo que la define para bien o para mal, el hombre es su cuerpo, existe por lo que hace o simplemente por el hecho de ser hombre, valorizado de entrada como tal. Así ellas y ellos miran cosas distintas en las mismas producciones y estas tienen un peso también diferente en la construcción de su identidad de género. A pesar de las distintas opciones que existen en la red, las femenidades/masculinidades que se exhiben mayoritariamente allí -las más populares- siguen las pautas grupales normativas y aquello que está socialmente aceptado (Tortajada; Willem y Arauna, 2018). Las construcciones del atractivo vinculadas a la sexualización guardan una fuerte relación con las representaciones presentes en otros medios de comunicación. La creación de imágenes erotizadas inspiradas en videoclips, anuncios publicitarios, videojuegos y otros productos audiovisuales comerciales es una constante y en todas ellas – o en su gran mayoría- la feminidad está construida alrededor del cuerpo y unas nociones limitadas de lo hot (Gill, 2007). Sin embargo, en el caso de las masculinidades, existe una mayor diversidad de representaciones (Siiback, 2010). Sin duda se han dado grandes pasos en torno a la ampliación de los modelos de ser hombre y ser mujer, algunas producciones audiovisuales dan cuenta de esto. Sin embargo, vemos que aún hay mucho trabajo que hacer al respecto y hay que empezar mucho antes. La familia y la escuela, en tanto instituciones socializadores primarias, tienen que operar de la mano y al inicio, pues es en etapas tempranas que aún tienen injerencia en la formación de niños y niñas. Las y los adolescentes son bastantemenos prejuiciosos que los adultos, la diversidad racial, étnica y sexual no son un tema para ellas y ellos. Los medios de comunicación, los flujos migratorios y la globalización han ido ampliando los modelos, aunque la diversidad es aparente. Con un poco de maquillaje, un modelo hegemónico clásico y tradicional de ser hombre y ser mujer se sigue reforzando. Quizás la revolución de las mujeres iniciada en las universidades chilenas del 2018, suponga una toma de conciencia de la sociedad que posibilite el cambio y muestre el camino hacia una diversidad real.

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