CENECA Distinciones (Cultura-Arte-Política-Filosfía)

82 suelo una posibilidad de palabra. La vida exije la pa labra y la palabra viene a la boca del poeta. Por eso, reconocer que la geografía se ha vuelto loca pudo ser una primera conciencia de la necesidad de elevar e! suelo a la condición de paisaje, pero difícilmente po dría este reconocimiento valer como el paisaje mismo, que sigue esperando sucesivas habitaciones de su es­ pacio. La locura de la geografía induce la dispersión de las regiones, debilitando los límites hasta el pun to que muchas veces ya no se sabe más hasta dónde lie ga el territorio. El límite resulta caprichoso y ésto no sólo en lo que se refiere a la ordenación interna del suelo sino también en cuanto línea divisoria en­ tre la Polis y otras Polis. La Polis podría incluir más o menos suelo, aunque cada época tenga la sensa­ ción de que la demarcación que ella se ha dado sea la definitiva. Esta precariedad de la demarcación no es otra cosa que un síntoma más de la difícil escucha de la voz de lo que convoca. Pero la misma distancia que se evidencia entre la con sideración del suelo y su promesa de paisaje puede ser constatada en otros aspectos de la Polis. Un ejemplo no insignificante es la ausencia de Gran Política fren te al acopio de política, ocupación que parece apasio nar a todos los ciudadanos que vienen a la plaza. En efecto, de la Gran Política, es decir, del agenciamien to de los medios para construir lo que reúne y de sus múltiples posibilidades de formulación, casi no hay trazas en la discusión. En cambio, de las reuniones que sól o reúnen a 1os que ya están reunidos, o de las conversaciones entre uno y otro bando para ganar tal o cual, posición sobre tal o cual aspecto, de ésto si hay gran profusión. Lamentablemente estas reuniones no logran responder correctamente a la convocación de lo que reúne y por eso se quedan como simples agrupa­ ciones y desagrupaciones contingentes. La política de los políticos profesionales puede corresponder a la Gran Política en cuanto su acción también puede inclinarse ante el poder de lo que convoca -de hecho los grandes políticos y los grandes estadistas siem­ pre han mostrado un gran poder de convocatoria, el

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