Mapuche Nütram

48 MAPUCHE NÜTRAM HISTORIAS Y VOCES DE EDUCADORES TRADICIONALES Aquella tarde en Pucura iban cruzando un puente, ella encabezando la fila, suhijodetrás yPedroal fondo.Depronto, un fuerte estruendo, inexplicable, sonó a sus espaldas. Es lo último que Adela recuerda hasta que despertó en el hospital y se enteró que la habían recogido de las zarzamoras, montaña abajo, donde había caído, toda ensangrentada. La reconocieron por el carnet en su chauchera. A su hijo lo llevaron a Valdivia. A su esposo a Temuco. Ninguno sobrevivió. Una animita en el puente de Pucura, a la que la gente devota de la zona le eleva oraciones, recuerda aquella tarde del 14 de enero cuando un camión limpiador de fosas se volcó encima de ellos. “Como yo vi todo ese dolor tan grande, nació el ülkantun (canto), el ülkantun mawida mew (canté en la montaña), es que yo tengo mucho recuerdo de la mawida , de la montaña. Mi padre murió trabajando, mi esposo y mi hijo murieron por el limpiafosa que se dio vuelta también en una bajada”. Adela llora. El renacer Así como su madre lloró meses la muerte de su esposo, Adela lloró dos años la muerte de Pedro y de su hijo. También lloró por sus propios dolores. “Apenas tomaba desayuno, dos tazas de leche y nada más, para purificar mi sangre, para poder tener fortaleza... Era mucho el dolor, la pena, y cuando llegaban mis hijos me decían ‘¿mami comió?’ ‘No, nada’”. Tampoco se bañaba por el dolor de ver todo su cuerpo casi azul de lo morado que estaba, por ver la cicatriz que le rodea todo el cuello, de lado a lado, por las placas que le pusieron en su cuerpo, por el dolor de ambas rodillas, destrozadas, por las heridas en la mandíbula que aún no la dejan masticar cosas duras. Un día soñó con su hijo y su esposo. Veía a Alejandro vestido de blanco, que le besaba la mano. Y entonces se dijo: ‘por qué tengo que estar llorando’. “Mi Dios es tan grande, cuando uno tiene su feyentun (espirtitualidad) es lo más importante, su feyentun es creer en uno lo que hace. Tenía que creer en mí y me dije: ‘no voy a llorar más, no, nada más de pena, ya he llorado mucho, porque hasta me puedo enfermar y voy a morir’. Y el David, la Patty y Sebastián todavía necesitaban ayuda, yo no tenía por qué dejarme echarme a morir, porque cuando yo nací llegué a este mundo no con un montón de gente, sino sola, entonces uno tiene que pensar que nací porque también Dios quiso, había amor, había cariño en mi madre, en mi padre, entonces yo tengo que entregar en este mundo: rulpan , entregar”. Y decidió entregar a sus muertos. Y partió al rewe (altar mapuche) de la comunidad de Mahuidache a avisar, a cada uno de los miembros del lof (comunidad mapuche), que el sábado siguiente, entregaría a su hijo y a su esposo. Se gastó la plata que Pedro había dejado y compró porotos, pollo y sopaipillas, que cocinó con sus propias manos. Partió con epu ngellipun (dos rogativas) y después siguió con un ülkantun (canto). “Hice primero la danza para allá, y de ahí al otro lado, y ahí me paré y los entregué, llorando con el dolor de mi piwke (corazón). Los entregué para que me mejorara: ‘mejórame, padre, creador’. Ahí fui creando este kimün , la sabiduría, me dije que si Pedro lo hacía, mi abuelo lo hacía, mi mamá lo hacía y todos salieron adelante, por qué yo no”.

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