La vida santiaguina
EL ARTE EN SANTIAGO 123 arrancar de su trono a una de esas costosas lunas venecianas que tenian como corona- miento alguna escena olimpica. Nuestro gusto ha sido siempre ostentoso i solo mui recien- ~ temente las obras de arte han principiado a eer conocidas i estimadas. Los salones de M. Adolfo G. se hicieron cdlebres en poco tiem- PO, siendo mui visitados por e l mundo elegan- te; pero nunca se sup0 que e l esplhdido due- Eo de todas aquellas curiosidades, tan jene- rose en otros casos, obsequiase una sola, pues cada una de ellas tenia para 41 un valor es- pecial, un recuerdo de familia, de historia, una arentura cualquiera en que 10s cuadros i las figuras habian representado un papel mui importante. Pero la arnbicion santiaguina por poseer al- gunos de aquellos objetos iba a ser satisfecha mui en breve. Un dia se anuncib que M. Adol- fo G. nos abandonaba, interrumpia sus viajes-i regresaba inmediatamente a Paris, pues habia fallecido su tia, la duquesa de A., que lo deja- ba iinico heredero de su inmensa fortuna; sus muebles i objetos de arte serian vendidos o rematados a cualquier precio. iQUQ le importa- ,
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