La vida santiaguina
_ _ LA EPOCA DE LO8 CONVENT3S 11- teatros, como qne el objeto de aquell,s em- gresarivs de espectaculos no era e l de distraer +no el de aterrorizar. E1 proscenio era tam- bien mas vasto: era la Alame!la de Santiago. En el centro del p s c o sc? alzaba el tsa- dicional Calvario. La cerenionia principiaba por el descemditniento del Ciaisto, cti.vo cad& ver era colocado en el beilulcrd. Naris, la ma- tire del Retientor, se abrazaLa cle la cmz, Tic- tima de la mas espantosa desesperacion; enju- gaba con un blanc0 lienzo las ahundantes liigrinlas que derramaha: cilia tie rodillas; se Ievantnlxq estenclia i c r ' m d J a 10s br'azos sobre s u peclio tlesgarrado. I totlo aquell:) no era Y i n o uii aparalo li&bilrnentecombinatlo, como el qiie se emplea en 10s cuatliw fantttsmagciri- cos. Estas escenas eran de ilri efecto aferra- dor; liabia rniijeres que se desmapban a1 con- templarlas. El pueblo enter'o caia de rodillas i se dejaha oir un jemiclo uniJ-ersal, parecido a1 del mar ajitado en nochc siniestr?. La influencia que con tales espcctdculos se e*jercia en el espiritci del puchlo, era clecisiva. Habia pecat1or.e.; que he confed)an a gritos i qu e h c i m pfijlict p9:iitPiicin. Un tlia se vib
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