Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Cosmografía tras la tierra da vueltas sobre sí misma en sentido contrario. Pero si no merece crédito alguno el informe de los ojos en que se apoya la suposición vulgar, o por mejor decir, si ese testimonio se presta igualmente a dos interpretaciones diversas, hay por otra parte una fuerte presunción a favor de la teoría copernicana, que atribuye el movimiento de la esfera celeste a la tierra. Siendo las estrellas cuerpos de di- mensiones inmensas (pues de otro modo no pudiéramos verlas a tanta distancia) , suspensos en el espacio, sin apoyo alguno, sin conexión material entre sí, ¿qué es lo que las imprime ese movimiento común, uniforme, de que parti.. cipan también los demás astros, colocados entre ellas y nos- otros? ¿Y qué velocidad no sería preciso atribuirles para que en menos de veinticuatro horas describiesen círculos de tan estupenda magnitud, que el globo terráqueo sería, comparado con ellos, un átomo imperceptible? ¿No es mucho más natural y probable que sea la tierra la que se mueve so-- bre sí misma en ese espacio de tiempo? Más adelante veremos confirmada esta presunción con pruebas incontestables. Por ahora nos ceñiremos a una. De dos cuerpos, dice Ara- go, que describen en un mismo tiempo dos circunferencias desigualmente distantes del eje de rotación, el que recorre la más distante, y por consiguiente la mayor de las dos, debe moverse con más velocidad que el otro. Supongamos que desde una altísima ton:e se deje caer un pedazo de plomo. Girando la tierra alrededor de su eje, la parte superior de la torre describe una curva mayor que el pie por hallarse a más distancia del eje, y se mueve por tanto con una veloci- dad superior, que se comunicará al pedazo de plomo, el cual en consecuencia no caerá verticalmente, sino que debe- rá desviarse un poco de la vertical hacia el este; y así sucede en efecto. Cuando hablamos, pues, de la esfera celeste y de su mo- vimiento diurno, debe entenderse que sólo tratamos de re- presentar la mera apariencia de los fenómenos cosmográ- ficos. }4

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