Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Cap, 11. Esfera celeste objetos que tienen poca o ninguna semejanza con las res- pectivas constelaciones, y no dan ninguna idea de la recí- proca colocación de fas estrellas, ni prestan el menor auxi- lio a la memoria. Los astrónomos hacen poco caso de las constelaciones, excepto para la designación de las estrellas que carecen de nombre propio, la cual se hace por las letras del alfabeto griego, unidas a los nombres de las constelacio- nes, como el alpha de la Ballena, la beta del Escorpión, etc. Cuando las letras no bastan, se recurre a los números. Sólo hay un distrito natural en el cielo, que es la vía láctea; gran zona luminosa, que atraviesa el cielo todo de horizonte a horizonte, y observada con atención se ve que ciñe como una faja, toda la esfera celeste, casi en la direc- ción de un círculo máximo, pero que ni es horario, ni coin- cide con otra alguna de las delineaciones uranográficas. Ábrese en una parte de su curso, echando una rama que, separada del tronco por un espacio de 150°, vuelve después a juntarse con él. Esta notable faja ha mantenido desde la más remota antigüedad la posición en que la vemos hoy, y examinada con poderosos telescopios, se ha descubierto que se compone enteramente de estrellas derramadas a millones, como una arenilla brillante, sobre el fondo negro del cielo. Hay a muy poca distancia del polo ártico una estrella, que por ser de •más que mediana magnitud, y porque a causa de su vecindad al polo se mantiene en una situación casi invariable respecto del horizonte, ha servido largo tiempo de faro a los navegantes en los mares del hemisferio boreal. Esta es la estrella polar, que hemos mencionado en otra par- te. El hemisferio austral del cielo, aunque poblado de astros luminosos, está comparativamente desierto en las inmedia- ciones del polo. Ninguna estrella polar antártica dirige el rumbo del gaucho en sus correrías por las dilatadas pampas de Buenos Aires. 31

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