Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Cap. II. Esfera celeste Supongamos ahora que un habitante de Chile emprenda un viaje hacia el norte. Su horizonte irá bajando continua- mente delante de él, y subiendo detrás; por el lado del nor- te, el curso visible de las estrellas describirá cada día seg- mentos mayores de los respectivos paralelos, y lo contrario sucederá por el lado del sur: cada día verá aparecer por el lado del norte estrellas que antes le eran desconocidas, y por el lado sur verá esconderse algunas de aquellas que jamás se le perdían de vista: la visita de las primeras y la ausencia de las segundas será cada día más larga. Durante todo este tiempo, el eje de la esfera celeste se ha mantenido oblicuo al horizonte, aunque acercándosele cada día más. La altura del polo visible es cada día menor. Llega al fin un momento en que nuestro viajero tiene ambos po- los en el horizonte, el uno delante, el otro a su espalda. El eje de la esfera es ya una línea horizontal; y el horizonte divide en dos partes iguales todos los paralelos de las estre- llas, formando ángulos rectos con ellos y con el ecuador, que pasa ahora por el zenit. La posición de la esfera es recta. Nuestro viajero continúa caminando hacia el norte; el polo antártico se le hunde bajo el horizonte, y el polo boreal es el solo visible. La posición de la esfera es oblicua otra vez, pero en sentido contrario. Por el lado del norte, el seg- mento visible de cada paralelo es mayor que un semicírculo, y por el lado del sur, es menor. La desigualdad crece cada día más. Ciertas estrellas boreales hacen todo su giro sobre el horizonte, y ciertas estrellas australes debajo : el número de unas y otras aumenta. Durante todo este tiempo, el eje, el ecuador y todos los paralelos se mantienen oblicuos, acer- cándose el eje a la vertical, y el ecuador al horizonte. Y si nuestro viajero pudiese caminar indefinidamente hacia el norte, llegaría por fin el momento en que el horizonte coincidiría con el ecuador, el eje con la vertical, el polo boreal con el zenit; no habría puntos cardinales, y las es- trellas girarían alrededor del polo en círculos paralelos al horizonte, siendo perpetuamente visibles todas las del he- 27,

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