Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Variedades dado este nombre por lo basto y áspero del pelaje. Forma una transición entre las ratas propiamente dichas, a las cuales se parece en la cola escamosa, redonda y cónica, y las marmotas, con quienes tiene afinidad por lo corto y rollizo de los miembros, por el modo de andar asentando la planta del pie, y por los dientes incisivos inferiores lateral- mente comprimidos. Desmarets puso a la única especie de que tuvo noticia el nombre de Capromys Furnieri, capromis de Fournier, en memoria del viajero que la ha dado a cono- cer en Francia, aunque ya desde el siglo XVI la había men- cionado Oviedo, con el nombre de hutia que le dan los ha- bitantes de Cuba. Es del tamaño de un conejo mediano; tiene largos mostachos, poblados y bastante móviles; espalda en arco; ancas abultadas; mano de cuatro dedos con corvas y fuertes uñas, y un rudimento de pulgar con la uña trunca; pie de cinco dedos, más largos y robustos, y mejor armados que los de la mano; dos tetillas pectorales y otras dos abdo- minales pequeñísimas: su color general pardo-verdusco pi- cado de amarillo. Vive en los bosques; trepa con gran fa- cilidad a los árboles; álzase,. como el canguro, sobre los pies y la cola; y se alimenta de vegetales, particularmente de la corteza verde, tomando a veces, como otros roedores, el alimento con las manos. Mr. Poepigg, naturalista de los Estados Unidos de Nor- te-América, acaba de añadir otra especie a este género, de- nominándola C. prehensilis, por la destreza con que se sirve de la cola para trepar a los árboles y bejucos. Vive en las partes meridionales de la isla de Cuba, manteniéndose es- condida en lo más espeso de los bosques. Tiene 25 pulgadas de largo, inclusa la cola. Su pelaje es tupido, blando y negro a la base, gris en el medio, y hacia la punta de los pelos tieso y de color de herrumbre. La frente, mejillas y cuello son de un blanco amarillento. Perseguido del cazador, arro- lla la cola a las ramas de las innumerables plantas parásitas que se descuelgan de la copa de los árboles, ocultándose entre ellas de modo, que nadie sospecharía que entre los 657

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