Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Escritos varios enfermedades más bien que de oro, trasmitieron una parte de esta mercadería a otros que prestaban servicios en las campañas de Italia en la época del memorable sitio de N á- poles, en que estuvo mi padre. Los soldados españoles, que, a fuerza de astucia y cautela, dañaron a sus enemigos con la espada, no menos que con el engaño y la artería ..• sien- do escaso su número, y casi infinito el de los franceses, hacían salidas de noche, abandonando sus puestos, con el objeto de envenenar las aguas. Y esto era poco. Ganaron con dinero a algunos panaderos italianos que se encontra- ban en el ejército enemigo; y por medio de ellos, introdu- jeron yeso en el pan. Habiendo conocido la fuerza de aquella afección contagiosa, hicieron salir públicamente las bocas inútiles a pretexto de escasez de provisiones, y al mis- mo tiempo arrojaron ocultamente de la ciudad a las ra- meras, especialmente a las de mejor aspecto. Los franceses aceptaron gustosos esta ocasión ... ; y así poco a poco, todo el ejército quedó contaminado". Los escritores del siglo XVI, aun los sabios, se mos- traban generalmente poco solícitos por la averiguación de los hechos, y nada escrupulosos para aceptarlos. Falloppi suministra un ejemplo curioso de esta ligereza. Según Pauw, Falloppi cuenta lo que sigue sobre Gon- zalo Fernández de Oviedo: "Oviedo, que se había contagiado en N ápoles, fue bas- tante hábil para conjeturar que, viniendo de las Indias oc- cidentales su enfermedad, encontraría en esa comarca el más eficaz remedio, o la mejor receta. Emprendió el via- je, y no se engañó. Los salvajes de Santo Domingo, con sólo mirarle en la frente, conocieron que estaba gangrenado, y le mostraron el árbol del guayacán. Oviedo encontró la felicidad en la desgracia, pues reunió un caudal inmenso en España, a donde llevó la resina, la corteza y la albura 596

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