Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Cosmografía gados de vapores que flotan en el fluido atmosférico y lo enturbian. Parece por muchas indicaciones que la mayor elevación de las nubes visibles no pasa nunca de 16 a 17.000 metros: el peso del aire es allí como una octava parte del que tiene al nivel del mar 1 • La atmósfera es, por lo dicho, como un océano aéreo cuya densidad disminuye rápidamente a medida que nos eleva- mos en él, hasta un límite en que ya no nos sería posible per- cibir su existencia. Este océano, en comparación del globo terráqueo, es como la pelusa de un durazno mediano, com- parada con el volumen de esta fruta. El aire, a pesar de su aparente diafanidad, intercepta la luz y la refleja, como los otros cuerpos. Pero siendo peque- ñísimas y estando muy separadas unas de otras las partícu- las de que se compone, no podemos percibirlo por la vista, sino cuando se extiende en grandes masas que ocupan un vasto espacio. Entonces la multitud de rayos luminosos que las partículas aéreas reflejan, produce en nuestros ojos una impresión sensible, y vemos su color, que es azul. De aquí el tinte azulado de los objetos entre los cuales y nosotros se interpone una gran masa de aire. Este tinte colora los mon- tes lejanos; y es tanto más vivo, cuanto a mayor distancia se hallan. Así, para pintar los objetos lejanos, es preciso apa- garlos, esto es, debilitar más o menos sus matices propios, tiñéndolos de azul. Es también el color propio del aire el que atribuimos a la bóveda esférica que el vulgo llama cielo, y en que parecen estar clavados los astros; pero que en realidad es una mera ilusión de la vista. Elevándonos en la atmósfera, pierde este color su brillo; en la cumbre de un alto monte, o en un globo aerostático muy elevado, el cielo parece casi negro. 1 Sir John Herschel fija este límite en 1 O milla,. La milla inglc,a tiene 5280 pies ingleses que equivalen a 1610 met ros. (NOTA 02 BELLO). 12

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