Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Naturaleza Americana frecuentemente un viso verde en el cielo. La ciudad está rodeada de huertas, jardines, quintas, tierras de pasto. Las casas de adobes le dan un aspecto desagradable, hasta que se acaba de entrar en ella, y se atraviesan sus calles, pobladas de edificios nuevos y aseados. La ciudad está dividida en manzanas cuadradas. En el centro, está la plaza mayor, donde se hallan situados los principales edificios públicos construidos de una especie de pórfido tosco, que se saca de los montes vecinos. Son en grande escala. En el medio de la plaza, hay una fuente con un grupo de estatuas de mármol de Italia, pero demasiado pequeño para que produzca efecto alguno en un espacio tan vasto. Todos estos edificios han sufrido bastante por los temblores, y necesitan de repara- ción. La Catedral es espaciosa. La Moneda ocupa otra plaza. La operación de acuñar es en la forma más ruda y antigua, cual se ejecutaba en Europa en el siglo pasado. Las diversio- nes públicas no son muy dignas de atención: teatro y chin- gana. No parece haber mucho comercio, y Santiago se puede llamar una población sosegada. La siesta es de rigorosa ob- servancia: hasta las tiendas se cierran; y la ciudad está en un reposo como el de la medianoche. Hay un hermoso paseo, con calles de álamos, árbol que medra notablemente aquí. La Alameda es en todas las estaciones fresca y agradable. La prima noche se pasa en visitas y tertulias, y en recorrer las tiendas. Los habitantes son muy aficionados al juego. Las damas chilenas son despejadas, cariñosas; y tratan con mucha urbanidad a los extranjeros. Gustan de diversiones de todas clases, particularmente el baile y la música, en que se ejercitan mucho. La mayor parte tienen cuerpos airosos; y algunas podrían llamarse perfectamente hermosas, si no fuese que la dentadura es generalmente defectuosa, lo que les da un aspecto prematuro de vejez. Su modo de vestir se diferencia poco del nuestro, excepto que no usan sombrero. Los caballeros se visten generalmente a la europea. El pue- blo es de buena índole; y tiene un aire de contento que no he visto en ningún otro de la América meridional. 510

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