Cosmografía y otros escritos de divulgación científica
Viaja del capit<Ín Head justo valor, es preciso verlo en la cordillera. Después de pasar con gran dificultad dos o tres rapidísimos torrentes, que se precipitaban de los Andes, y mezclaban sus aguas con las del Maipo, llegamos a uno que parecía aún más peligroso que los anteriores, y no había modo, sino atrave- sarlo o volvernos a Santiago. Tratamos de hacer que las mulas que iban sueltas lo pasasen primero; pero no bien metió una de ellas los pies en el agua, la arrebató la co- rriente, y a menos de veinte varas de allí fue hecho peda- zos el cajón que llevaba a cuestas. Atámonos, pues, con sogas, y espoleamos; pero tales eran los hoyos, que no po- cas veces cubría el agua el cuello de la mula. Estos pobres animales tienen gran miedo a los torrentes, y sólo a espo- ladas se les puede hacer entrar en ellos; y aun entonces sucede que, llegando al medio de la corriente, resisten pasar adelante. Cuando el agua es profunda, los arrieros se enla- zan unos a otros, como lo hicimos nosotros en esta ocasión, aunque, a decir verdad, yo nunca pude comprender que eso diera seguridad alguna, porque, si el torrente hace añicos un cajón de madera, ¿por qué no el cráneo de un hombre? Por fin nos vimos con harta satisfacción nuestra en la orilla opuesta; y empezamos a trepar el cerro de San Pe- dro N olasco, que sólo describiré diciendo es el más escar- pado que se nos ofreció subir en todas nuestras expediciones por los Andes. Cinco horas anduvimos asidos de las orejas de nuestras mulas; y tan pendiente era en algunas partes la senda, que no podíamos en mucho tiempo hacer alto. Presto dejamos a la espalda los límites de la vegetación. El camino (que a veces no se parecía) iba haciendo puntas a un lado y otro; y si alguna de las mulas que iban delante, o más propiamente, encima, se hubiera deslizado o caído, era ne- cesario que rodara sobre nosotros y nos llevara cerro abajo. Durante la subida, preguntábamos continuamente al arriero si el punto más alto que descubrimos era la cima; pero en llegando a él, encontrábamos que aun restaba más que subir. En esto, empezamos a ver a un lado y otro mon- 463
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