Cosmografía y otros escritos de divulgación científica
Nati,raleza Americana toma el nombre de la Plata; de aquel río que en este lugar mismo lleva más agua que una multitud de los de Europa juntos, y que al momento de precipitarse, tiene en su estado medio mucho fondo y 2,100 toesas de ancho (medidas por Azara), que hacen casi una legua marina. Esta enorme an- chura se reduce súbitamente a un solo canal de 30 toesas, a que se agolpa toda aquella masa de aguas, precipitándose con furor espantoso. Parece que el río, ensoberbecido con el volumen y la velocidad de sus aguas, hace estremecer la tierra hasta su centro y produce la nutación de su eje. No se despeñan sus ondas verticalmente, sino en un plano de 50° de inclinación sobre el horizonte y 52 pies de altura perpendicular. El rocío que se levanta al estrellarse el agua contra las paredes interiores de la roca y contra los peñas- cos que encuentra en el canal del precipicio, se alcanza a ver a distancia de muchas leguas en forma de columnas, y de cerca presenta, herido por los rayos del sol, multitud de iris de varios colores, en que se percibe un movimiento de trepidación. De estos vapores se alimenta una lluvia que humedece eternamente los contornos; el estruendo se oye a seis leguas; y parece que se ven temblar las rocas vecinas, que están erizadas de agudísimas puntas. Para visitar este salto o catarata, es necesario andar 30 leguas de desierto desde el pueblo de Curuguatí hasta el río Gatemí. Llegados a este punto, deben los viajeros buscar uno o dos árboles gruesos, de cada uno de los cuales se labra una canoa para el trasporte de cierto número de per- sonas con las provisiones y demás necesario. Quedan en tierra para cuidar de los caballos algunos hombres bien armados (porque hay en estas cercanías indios bárbaros que no dan cuartel), y los restantes se embarcan y navegan 30 leguas por el Gatemí abajo, siempre alerta contra los indios que habitan las márgenes de este río, cubiertas de espesísimos bosques. Hay pasos en que los viajeros se ven precisados a arrastrar sus canoas sobre los arrecifes, y aun a llevarlas algunas veces a hombro. Llégase, en fin, al Pa- 452
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