Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

Escritos· de Cosm-0gra/ía la mayor evidencia un origen común. Es preciso notar, además, que el hierro no se encuentra nunca, o casi nunca, en estado metálico en los cuerpos terrestres. Las materias volcánicas no .lo contienen sino oxidado. El níquel es:. tam- bién muy raro, y no se encuentra jamás sobre la superficie de la tierra; el cromo es todavía más raro. uMuévense en una dirección oblicua al horizo~te y se ven a muy grandes alturas, hasta la de diez leguas sobre ·la superficie de la tierra, según se colige de las observaciones hechas simultáneamente en parajes distantes, al momento de su explosión. No tienen una dirección determinada. u5e han imaginado diversas hipótesis para explicar este fenómeno. Laplace creía que estas piedras eran lanzadas po.r los volcanes de la luna; y sometiendo esta idea al cálcu- lo, ·encontró que bastaba para ello una fuerza de proyec- ción cuádrupla de la de una bala de calibre 'lanzada con 12 libras de pólvora. Esta fuerza, no teniendo resistencia atmosférica que vencer, porque la luna carece de -atmós- fera, sería suficiente para desprender del globo lunar una masa metálica; y la gravitación terrestre la haría luego precipitarse a nuestro planeta. No es inverosímil que los volcanes de la luna puedan dar tanto impulso a un cuerpo, supuesto que los de la tierra tienen una fuerza de proyec- ción muy superior, aunque la intensidad mayor de la gra- vitación en la superficie de nuestro globo, y sobre todo la enorme resistencia de nuestra atmósfera, no les dejen pro- ducir igual~s efectos. Otros físicos creen que los aerolitos son pequeñísimos planetas o fragmentos planetarios, que circulan en el espacio como los otros cuerpos celestes, y que encontrándose a veces con la atmósfera de la tierra, se infla- man en ella por el roce violento que sufren en razón de su velocidad, y caen por fin a la tierra por efecto de su peso. Esta idea parece apoyada por el descubrimiento re- ciente de cuatro pequeños planetas; pero no explica la iden- tidad de composición de los aerolitos". La misma objeción se aplica, hasta cierto punto, a la 252

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