Cosmografía y otros escritos de divulgación científica

El lunes 7 de abril a las cuatro de la tarde, se ha oído en Santiago una detonación lejana, pero bastante fuerte para conmover las ventanas y producir una sensación general de alarma. Los que estaban a la sazón en la calle, vieron como en las altas regiones de la atmósfera, un rastro al pare- cer de humo, semejante al de los cohetes; y se sintió al mis- mo tiempo un rumor sordo, como el de una carreta distante, el cual se repitió distintamente por segunda y tercera vez. El fenómeno de que hablamos, es hoy bastante conoci- do; y se sabe que generalmente lo acompaña la caída de masas metálicas más o menos voluminosas, a las que se ha dado el nombre de bólidos {proyectiles), aerolitos {piedras del aire), uranolitos {piedras del cielo), y otros varios que han reemplazado la denominación vulgar de piedras de ra- yo, equivalente a las antiguas brontia y ceraunia. uLos verdaderos aerolitos (dice M. Thillaye en la En- ciclopedia de Courtin) tienen ordinariamente una superfi- cie negra, como vitrificada, por la que se ve que estas masas han estado sujetas a la influencia de un intenso calor. Por dentro, su color es pardusco; y su contextura, granujienta con puntos metálicos. Su densidad varía. A la caída de los aerolitos precede la aparición de un globo luminoso, que atraviesa el espacio con más o menos rapidez, y hace oir un ruido que unas veces se asemeja al del trueno, y otras a la descarga simultánea de varias piezas de artillería, o de una carreta que llevase una pesada carga sobre un camino empe- drado. Sucede a veces que este globo se precipita a la tierra sin dividirse; otras estalla, y sus fragmentos, lanzados en to- 249

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