Cosmografía y otros escritos de divulgación científica
Los discos de las estrellas, mirados con los más fuertes anteojos astronómicos, no son más que unos puntos lumi- nosos. Esta pequeñez aparen.te, unida a la viveza de la luz de los más brillantes, nos da a conocer que están a una inmen- sa distancia de nosotros, y mucho más allá de nuestro sistema planetario, y que su luz no es prestada,·sino que son lumi- nosas por sí mismas. Además conservan una situación cons- tante entre sí. Más o menos resplandecientes, forman con- figuraciones que son todavía las mismas que eran dos mil años ha, según resulta de la comparación de las medidas angulares tomadas por los astrónomos modernos con las de Hiparco. Todas están sujetas a unos mismos movimientos generales; y de aquí puede colegirse que todas son de una misma naturaleza: podemos considerarlas como otros tan- tos soles más o menos voluminosos, colocados a distancias diferentes e inmensas en la profundidad de los cielos. Las estrellas dan una luz centeHante más o menos viva, más o menos intensa, cuyo color varía a cada instante en una misma estrella, y cuyo tinte general no es uno mismo de una estrella a otra. Los astrónomos clasifican las estre- llas por el orden de grandor aparente, fundado en la can- tidad de luz que nos envían. Llaman de primera magnitud a las más brillantes, de cuyo número hay quince. La vista desnuda no percibe más que la débil porción que llega hasta la sexta magnitud; pero el poderoso alcance de los teles- copios actuales ha extendido este vasto campo hasta el dé- cimoquinto orden. Nada más asombroso que la enumera- ción de estos astros. Cualquiera a quien se propusiese con- tarlas, creería desde luego que era una empresa temeraria; 231
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